Violencia estética: la agresión que muchas mujeres enfrentan en silencio
La violencia estética es una de las formas más invisibles y normalizadas de agresión contra las mujeres. No se trata solo de críticas superficiales: detrás de cada comentario sobre el cuerpo, la piel, la edad o la apariencia femenina hay un peso social que oprime, marca y duele. La doctora Geidy Mofa Hernández, investigadora posdoctoral del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM, alerta que este fenómeno está profundamente instalado en la vida pública, especialmente en las redes sociales, donde cada fotografía se convierte en terreno fértil para la violencia simbólica.
El costo emocional de crecer bajo críticas constantes
Marta recuerda su adolescencia como una batalla permanente contra el espejo. Sus compañeras de escuela señalaban su talla, los medios reforzaban estereotipos imposibles y las redes sociales amplificaban esas inseguridades. Intentó dietas extremas, rutinas extenuantes y restricciones alimentarias peligrosas. Hoy, con más de una década de distancia, reconoce que su cuerpo no era un problema, pero la violencia estética la hizo creer lo contrario. Su historia refleja la de millones de mujeres que crecen bajo la idea de que siempre hay algo que corregir.
Estadísticas que visibilizan la violencia estética en México y España
Según la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2022 del Inegi, en México, casi el 31% de las mujeres fueron discriminadas por su forma de vestir o arreglo personal. Del total de quienes experimentaron discriminación, 30.3% la vivieron por su peso o estatura. En España, un estudio de Fundación Mapfre y la Universidad de Deusto reveló que las mujeres reciben casi cuatro veces más críticas sobre su físico que los hombres. Estas cifras muestran que no se trata de casos aislados, sino de un patrón estructural.
El molde único de belleza que imponen las redes sociales
Filtros, blanqueamientos, cirugías estéticas desde edades tempranas, dietas restrictivas y maquillaje constante se convierten en armas para encajar en un molde único: mujeres delgadas, jóvenes, blancas y sin signos de edad. Este modelo, amplificado por redes sociales y medios de comunicación, excluye a la mayoría y promueve la falsa idea de que la belleza femenina siempre es insuficiente. “Se refuerza la presión de corregir y perfeccionar, como si siempre hubiera algo mal en nuestra apariencia”, afirma Mofa Hernández.
La violencia estética como fenómeno cultural y patriarcal
La Secretaría de las Mujeres subraya que este tipo de violencia no es casualidad, sino el resultado de una visión patriarcal que asigna roles: mujeres calladas, sumisas y bellas. En este esquema, el primer ataque ante una mujer suele dirigirse a su aspecto. Reconocer la violencia estética como un problema cultural permite abrir caminos hacia el cambio y rechazar la idea de que la apariencia define el valor de una persona.
El marco legal: hacia el reconocimiento de la violencia estética
Iris Santillán Ramírez, profesora investigadora en la UAM Azcapotzalco, destaca la importancia de nombrar y tipificar esta forma de violencia. Algunas entidades como Guanajuato y Yucatán ya la reconocen en sus legislaciones locales, y en la LXV legislatura federal se presentaron iniciativas para incluirla en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Visibilizarla en la ley es un paso crucial para frenar un fenómeno que lastima de forma silenciosa y cotidiana.
El costo económico de cumplir con estándares irreales
La violencia estética también tiene un impacto económico. Desde cremas y cirugías, hasta dietas, ropa y tratamientos cosméticos, millones de mujeres gastan recursos para ajustarse a expectativas inalcanzables. Este mandato de género impone obligaciones financieras y emocionales desde edades tempranas. “Queremos alcanzar un ideal que no existe, y mientras más lo perseguimos, más se lucra con nuestras inseguridades”, advierte Santillán Ramírez.
La necesidad de un cambio cultural
Para combatir la violencia estética no basta con leyes; es necesario un cambio cultural que deje de normalizar los ataques al físico femenino. Se trata de aprender a mirar más allá de los cuerpos y a valorar a las mujeres por lo que son y no por cómo se ven. La resistencia feminista y los colectivos sociales ya han comenzado esta lucha, pero falta recorrer un camino largo para desterrar estereotipos que llevan siglos instalados.


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