Un giro inesperado en la política tecnológica
Donald Trump autoriza a Nvidia vender sus chips de inteligencia artificial H200 a China, esto marca un cambio significativo en la política de control tecnológico de Estados Unidos. A cambio, Washington recibirá una comisión del 25% sobre las ventas, lo que abre la puerta a una nueva forma de regulación comercial basada en beneficios compartidos y no solo en restricciones. La medida podría redefinir el equilibrio entre seguridad nacional, competencia tecnológica y acceso al mercado más grande del mundo en semiconductores avanzados.

La autorización de Trump y su impacto inmediato
El anuncio fue realizado desde Truth Social, donde Trump aseguró que el presidente Xi Jinping dio su aprobación bajo condiciones que garanticen una “sólida seguridad nacional”. El mecanismo de pago aún no se ha detallado, pero el acuerdo establece que una parte sustancial de los ingresos por la venta de los chips H200 —uno de los modelos más potentes de Nvidia— irá directamente a Estados Unidos.
De acuerdo con Trump, esta política fortalecerá la industria manufacturera del país, apoyará el empleo estadounidense y generará beneficios directos para los contribuyentes. Se espera que el modelo se extienda a otras compañías como AMD e Intel, que también buscan abrir o recuperar mercado en China.
La batalla tecnológica y el precedente fallido
La autorización llega después de un intento previo, también impulsado por Trump, en el que Nvidia y AMD pagarían un porcentaje de sus ingresos generados en China. Ese acuerdo nunca se materializó por falta de regulación y por la oposición de Pekín, que redujo la demanda de los chips ante la incertidumbre.
Esta nueva fórmula representa una alternativa intermedia entre la prohibición total y la apertura absoluta. Para Nvidia, significa una victoria importante en su presión para flexibilizar las restricciones que desde 2022 han limitado la exportación de chips avanzados a China con el argumento de evitar su uso militar.
Nvidia, el gran beneficiado del cambio
La empresa liderada por Jensen Huang considera a China un mercado potencial de 50 mil millones de dólares, aunque desde hace meses ha tenido que excluir ingresos provenientes de centros de datos chinos en sus reportes financieros debido a las restricciones del Congreso.
El fundador de Nvidia ha cultivado una relación cercana con Trump desde las elecciones de 2024, y ha insistido en que las prohibiciones solo impulsan a competidores locales como Huawei, acelerando la autosuficiencia tecnológica de China.
Este nuevo permiso, limitado al chip H200 —menos avanzado que los modelos Blackwell—, permite a Nvidia recuperar una parte crucial de su expansión global sin comprometer la totalidad de los controles estadounidenses.
Contexto político en Washington
La decisión coincide con un triunfo legislativo reciente para Nvidia: el Congreso eliminó una disposición de la Ley de Defensa que habría obligado a los fabricantes de chips estadounidenses a priorizar a los clientes de EU sobre los extranjeros, afectando directamente su capacidad de operar en China.
La medida también descarta, por ahora, la aplicación de la Ley GAIN de IA, que pretendía limitar ventas a países considerados adversarios. En este clima, la autorización otorgada por Trump parece alinearse con un enfoque más pragmático: aprovechar la demanda china sin perder control regulatorio.
Repercusiones estratégicas para China y EU
La venta de chips H200 bajo supervisión estadounidense crea un esquema híbrido:
- China obtiene acceso limitado a tecnología avanzada.
- Estados Unidos recibe ingresos directos mientras mantiene el control del marco regulatorio.
- Nvidia y otros fabricantes recuperan un mercado crítico para su crecimiento.
Sin embargo, la decisión marca un contraste con las políticas de contención de años previos diseñadas para evitar que China obtuviera capacidades de IA con aplicaciones militares. Cualquier futura flexibilización podría reconfigurar el mapa del poder tecnológico global.

La autorización para vender los chips H200 a China no solo beneficia a Nvidia, sino que revela un cambio estratégico en la relación tecnológica entre Washington y Pekín. Con un modelo basado en comisiones, Trump apuesta por un enfoque que combina seguridad nacional, ingresos fiscales y competitividad industrial. El movimiento abre nuevas oportunidades para el sector tecnológico estadounidense, pero también plantea interrogantes sobre el equilibrio entre control estratégico y pragmatismo económico en plena carrera por el liderazgo en inteligencia artificial.


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