En el campo El Sapo, la vida bullía en cada rincón. Este terreno, alguna vez el epicentro de la comunidad, fue testigo de historias inolvidables que se grabaron en la memoria colectiva. Desde aterrizajes de helicópteros hasta partidos de fútbol llanero y visitas de circos itinerantes, El Sapo era un espacio donde el pasado rural de México vibraba con intensidad.
Cuando un helicóptero aterrizó en El Sapo
Un día, el zumbido de un helicóptero rompió la rutina del campo El Sapo. Era de la Secretaría de Salud Pública, y su llegada provocó una mezcla de curiosidad y emoción. Los niños, siempre listos para explorar lo desconocido, corrieron hacia el “moscorrón mecánico”, como lo llamaban. Ese día, sin saberlo, muchos recibieron vacunas contra el sarampión o la viruela, un acto que cambiaría sus vidas para siempre.
No fue la única vez que un helicóptero llegó. Otra ocasión, uno promocionaba Cigarros Fiesta, ofreciendo vuelos cortos a quienes mostraran una cajetilla. El polvo se levantaba y el entusiasmo llenaba el aire.
Los húngaros y su magia itinerante
Entre los recuerdos más vívidos están los húngaros, un grupo de nómadas que llegaban en camiones Ford enlonados. Con sus vestimentas coloridas, las mujeres ofrecían leer la suerte, mientras los hombres organizaban funciones de cine por un peso.
La música que unía a todos
En sus tardes, una vitrola cobraba vida con discos de acetato. Felipe, un niño de la comunidad, llevaba un disco de Chelo Silva para que sonara “Una Imploración”. Por 20 centavos, la música llenaba el aire, conectando a todos en un momento de magia y simplicidad.
Los deportes: Fútbol y béisbol en su máxima expresión
El campo El Sapo también fue el hogar de partidos de fútbol llanero y encuentros de béisbol. Gritos de “¡goooool!” resonaban en el aire, mientras la comunidad se reunía para apoyar a sus equipos locales. Eran tiempos donde el deporte unía, donde los triunfos y derrotas se compartían con una cerveza y risas al final del día.
Transformaciones: El campo El Sapo hoy
Hoy, el campo El Sapo ya no existe. En su lugar, una iglesia del Séptimo Día y una ferretería ocupan el terreno que antes vibraba con vida. Ya no aterrizan helicópteros, ni se escuchan gritos de gol o el canto de los circos itinerantes.
Reflexión: El pasado que nos define
El campo El Sapo no es solo un lugar que desapareció; es un símbolo de una época donde las comunidades se unían en torno a experiencias compartidas. Recordarlo es honrar el pasado y reconocer cómo los espacios pueden transformarse, pero nunca olvidarse.
El campo El Sapo vive en cada memoria, en cada historia compartida, y en cada sonrisa evocada por quienes lo conocieron.
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