Violencia es la palabra que retumba en cada cifra, en cada testimonio y en cada comunidad que perdió a una mujer durante 2024. Violencia es el hilo que cruza fronteras, territorios y generaciones, marcando una herida abierta en América Latina y el Caribe.
Cifras que estremecen a una región que exige justicia
En 2024, al menos 3 mil 828 mujeres fueron víctimas de femicidio, feminicidio o muerte violenta por razón de género en 26 países de América Latina y el Caribe. Aunque estos números parecen fríos, detrás de cada uno hay una historia truncada. Son vidas que se apagaron en contextos donde la Violencia creció, se normalizó y se sostuvo en estructuras sociales que históricamente han minimizado el riesgo constante que enfrentan mujeres y niñas.
En los 17 países latinoamericanos con datos disponibles, ocurrieron 3 mil 814 feminicidios. Otros 14 casos fueron registrados en nueve países del Caribe, en un mosaico regional donde la Violencia adopta distintas formas, pero siempre con un patrón reconocible: mujeres asesinadas por quienes debieron cuidarlas o respetarlas.
Las cifras acumuladas de los últimos cinco años revelan un total de 19 mil 254 feminicidios en la región. Esta montaña estadística retrata un panorama alarmante: cada día, 11 mujeres fueron asesinadas por razones de género. Es un ritmo insoportable para cualquier sociedad que aspire a la igualdad, y un recordatorio de que la Violencia se ha convertido en un fenómeno persistente y sistemático.
Una realidad que rompe familias y frena oportunidades
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) advierte que la Violencia feminicida afecta la vida de miles de mujeres y limita el desarrollo de países enteros. Más allá de lo evidente, su impacto atraviesa esferas económicas, educativas, sanitarias y culturales. Donde hay Violencia, la estabilidad comunitaria se degenera y el futuro colectivo se desvanece.
El boletín difundido por el Observatorio de Igualdad de Género de la Cepal se inscribe dentro de la campaña ÚNETE para poner fin a la Violencia contra las mujeres. La narrativa es clara: actuar con sentido de urgencia. No mañana, no en un plan futuro, sino ahora, cuando los datos muestran que la Violencia mortal avanza con mayor crudeza en algunos países.
Países con tasas más altas y contextos que agravan el riesgo
Doce de los 17 países con información registraron tasas iguales o superiores a una víctima por cada 100 mil mujeres. Las tasas más elevadas se detectaron en:
- Honduras: 4.3 casos por cada 100 mil mujeres.
- Guatemala: 1.9 casos.
- República Dominicana: 1.5 casos.
- Puerto Rico, Cuba y Bolivia: 1.4 casos cada uno.
- Chile: la tasa más baja, con 0.4 casos.
En el Caribe, solo Suriname, Jamaica, Barbados, Belice, Granada y San Vicente y las Granadinas reportaron casos en 2024, lo que demuestra que la Violencia no respeta fronteras ni economías.
Esta distribución revela un patrón clave: en la mayoría de los países, las víctimas fueron asesinadas por parejas o exparejas, mostrando que la Violencia íntima sigue siendo la expresión más frecuente y letal del machismo arraigado.
La Violencia que se pudo detener y no se detuvo
En 2024, catorce países reportaron 5 mil 502 femicidios frustrados. Cada intento representa la materialización extrema de una conducta violenta que pudo terminar en tragedia. La Cepal insiste en reforzar los sistemas de alerta temprana y mejorar la valoración del riesgo. La Violencia letal suele estar precedida por ciclos repetidos de agresiones, amenazas y control. Cuando no se atienden a tiempo, el desenlace puede ser fatal.
Aquí surge un desafío regional: ¿cómo construir mecanismos de protección sostenibles cuando la Violencia atraviesa instituciones, hogares, sistemas judiciales y narrativas culturales? La respuesta no es sencilla, pero el reconocimiento explícito del problema es un paso vital.
Historias que se repiten y comunidades que se transforman
Detrás de cada dato, este hecho deja una historia que marca a generaciones completas. La madre que teme por su hija adolescente, la vecina que escucha discusiones cada noche, la trabajadora que vuelve a casa mirando sobre el hombro, el niño que crece en entornos donde la Violencia es cotidiana. Son fragmentos que componen un paisaje social herido.
A lo largo de América Latina, organizaciones comunitarias, refugios, colectivas feministas y defensoras de derechos humanos se convierten en la primera línea frente a la Violencia. Ellas acompañan, denuncian, resisten y exigen. Sin embargo, no pueden hacerlo solas. La violencia feminicida es un problema de Estado, de sociedad y de cultura.
Un llamado urgente para evitar otra década perdida
La región enfrenta una oportunidad histórica: transformar la forma en que las instituciones previenen, atienden y sancionan la Violencia. Las cifras son un espejo incómodo, pero también una guía clara. Con voluntad política, inversión pública suficiente y enfoque de derechos humanos, la Violencia puede retroceder.
Hoy, América Latina y el Caribe se encuentran en una encrucijada. Seguir postergando soluciones significa que miles de mujeres seguirán perdiendo la vida. Actuar con urgencia implica reconocer que cada número importa, que cada alerta debe ser atendida y que la Violencia no puede seguir normalizándose.


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