En un giro inesperado, los ataques de Estados Unidos e Israel han logrado lo que el régimen iraní no podía: unificar a la nación. Las calles de Teherán, antes escenario de protestas por la libertad, ahora claman venganza contra un enemigo común.
En una de las paradojas más complejas de la guerra moderna, los bombardeos estadounidenses e israelíes sobre Irán han provocado un efecto imprevisto y potencialmente contraproducente: la unificación de una sociedad profundamente dividida y el fortalecimiento, al menos temporal, de un régimen autoritario que enfrentaba una creciente disidencia interna.
Las calles de Teherán, Tabriz y Shiraz, que en los últimos años fueron escenario de masivas protestas por los derechos de las mujeres y contra la represión del gobierno, ahora acogen manifestaciones de un cariz muy diferente. Miles de personas marchan no contra los ayatolás, sino contra Israel y Estados Unidos, ondeando banderas nacionales y clamando por una respuesta contundente. Un poderoso sentimiento nacionalista ha emergido, uniendo a la población en la defensa de su soberanía frente a lo que perciben como una agresión externa.
«Lo que ha hecho la población es unirse en torno a la nación iraní, en la defensa de Irán. Aquí hay un gran sentimiento nacionalista de defensa de las fronteras», explica una periodista desde Teherán. Esta reacción ha proporcionado un salvavidas político inesperado para el régimen.
El salvavidas del dictador: Cuando el enemigo externo rescata al interno
El ataque liderado por Estados Unidos ha permitido al gobierno iraní ejecutar una maniobra de manual para cualquier régimen autoritario bajo presión: cambiar la narrativa. De ser los opresores de su propio pueblo, los líderes de la República Islámica han pasado a posicionarse como los defensores de la patria frente a un invasor extranjero.
Esta estrategia desvía la atención de la crisis económica, la corrupción y la represión social que alimentaban el descontento popular. La Guardia Revolucionaria (IRGC) ha capitalizado este sentimiento, emitiendo comunicados desafiantes en los que promete represalias que los agresores «lamentarán» y advirtiendo que «la guerra ha comenzado». El régimen no solo se muestra desafiante militarmente, sino que también amenaza con retirarse del Tratado de No Proliferación Nuclear, utilizando la crisis para endurecer su postura en el escenario global.
«Quien apueste esta vez [contra Irán], sin duda, perderá», declaró un vocero iraní, en un mensaje desafiante dirigido tanto a sus adversarios externos como a una audiencia interna que ahora parece más receptiva.
Un nacionalismo fracturado: La brecha generacional
Sin embargo, sería un error interpretar esta nueva unidad como un cheque en blanco para el régimen. El nacionalismo que ha surgido es complejo y está fracturado, especialmente a lo largo de líneas generacionales e ideológicas.
- La vieja guardia: Para la generación que vivió la Revolución Islámica de 1979 y la devastadora guerra contra Irak en los años 80, el sentimiento anti-estadounidense y la defensa del sistema revolucionario son componentes centrales de su identidad. Su nacionalismo está más alineado con la retórica del régimen.
- La juventud conectada: Para los jóvenes, que han liderado las recientes protestas pro-democracia, la emoción es mucho más ambivalente. Su reacción es una defensa de su país, su cultura y su soberanía, que coexiste con un profundo resentimiento hacia el gobierno que los reprime. No defienden al régimen, defienden a Irán. Como lo expresó un analista, «es leer muy mal a la población iraní» pensar que un ataque externo les hará olvidar sus ansias de cambio; simplemente priorizan la amenaza inmediata.
Esta distinción es crucial. La unidad actual es frágil y circunstancial. Una vez que la amenaza externa disminuya, es muy probable que las profundas grietas sociales y políticas que atraviesan la sociedad iraní vuelvan a abrirse. El ataque ha dado un respiro al régimen, pero no ha solucionado las causas fundamentales del descontento.
Mientras tanto, el pueblo iraní se encuentra en una encrucijada trágica: atrapado entre un enemigo externo que bombardea sus ciudades y un régimen interno que coarta sus libertades, obligado a unirse bajo una bandera que no representa completamente sus aspiraciones.


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