Durante décadas, “el sueño americano” definió la migración de mexicanos y centroamericanos a Estados Unidos. Sin embargo, esta narrativa ha quedado obsoleta. Las migraciones ya no se explican solo desde lo económico; ahora, factores como la violencia política y de género, la desigualdad estructural y, cada vez más, el cambio climático y el extractivismo, emergen como motores de desplazamientos forzados.
Migración climática: la cara oculta del cambio global
En 2023, el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC) reportó que los desastres naturales provocaron 26.4 millones de desplazamientos internos en alrededor de 148 países, representando el 56% de todos los movimientos forzados registrados.
Estos desplazamientos son complejos de documentar debido a la intersección de factores como conflictos, pobreza y desastres climáticos. Sin embargo, lo que es evidente es el impacto directo de eventos como huracanes, sequías y olas de calor en las comunidades más vulnerables, forzándolas a abandonar sus hogares.
El cambio climático no discrimina pero su impacto sí lo hace, ya que afecta desproporcionadamente a las poblaciones más pobres, aquellas con menor capacidad de adaptación y recuperación.
Extractivismo: el modelo que expulsa
El Global Atlas of Environmental Justice señala que de los 4212 proyectos extractivos registrados en todo el mundo, el 56% está asociado al desplazamiento forzado. Minería, monocultivos, exploración de hidrocarburos y megaproyectos de infraestructura desplazan a comunidades enteras, violando derechos humanos y destruyendo ecosistemas.
Estos proyectos no solo despojan a las personas de sus hogares, sino también de sus medios de vida, tradiciones y entornos naturales. El extractivismo no es desarrollo, es expulsión disfrazada de progreso.
Migración climática y extractivismo: un reto global
La convergencia entre cambio climático y extractivismo configura una crisis humanitaria de dimensiones históricas. Esta realidad exige un enfoque global, donde la comunidad internacional, los gobiernos y la sociedad civil trabajen juntos para:
- Reconocer la migración climática como una categoría humanitaria: Actualmente, quienes migran por desastres climáticos o desplazamiento extractivo no tienen protección legal específica.
- Cuestionar el paradigma de consumo: El modelo de producción y consumo basado en el extractivismo es insostenible. Necesitamos un cambio estructural hacia economías circulares y justas.
- Fortalecer políticas de adaptación climática: Las comunidades deben contar con recursos para mitigar los impactos del cambio climático y resistir a los efectos del extractivismo.
Casos concretos: vidas marcadas por la crisis
El impacto de la crisis climática y el extractivismo tiene rostro humano.
- Centroamérica y México: Comunidades indígenas han sido desplazadas por proyectos mineros y represas hidroeléctricas, perdiendo acceso a recursos esenciales como agua y tierra fértil.
- Pacífico insular: Países como Tuvalu y Kiribati enfrentan la desaparición literal de su territorio debido al aumento del nivel del mar.
- África Subsahariana: La desertificación y la minería ilegal obligan a miles a migrar cada año en busca de agua y seguridad.
¿Qué podemos hacer como sociedad?
Cabe destacar que el problema es global pero también lo son las soluciones. Desde la ciudadanía y la sociedad civil organizada, podemos:
- Exigir rendición de cuentas a gobiernos y corporaciones: Presionar por regulaciones más estrictas para proyectos extractivos y compromisos climáticos reales.
- Apoyar a las comunidades desplazadas: Generar redes de solidaridad para garantizar que quienes migran encuentren refugio digno.
- Fomentar un cambio cultural: Adoptar prácticas de consumo responsable que reduzcan la demanda de recursos explotados de manera insostenible.
Construir un futuro sostenible
La migración forzada por cambio climático y extractivismo no es un problema del futuro, es una realidad actual. Los desplazamientos aumentarán si no actuamos de manera contundente. No basta con hablar de desarrollo sostenible, necesitamos cuestionar los modelos que priorizan el capital sobre la vida. Un enfoque colectivo, estructural y global es nuestra única vía hacia un futuro más justo y habitable para todos.
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