Desde el inicio del siglo XXI, las guerras han reflejado la persistencia de un ciclo de odio alimentado por el nacionalismo extremo y el fanatismo religioso. En conflictos tan distintos como los de Ucrania, Gaza y Chechenia, los crímenes de guerra y las narrativas de venganza han marcado un panorama desolador para millones de personas.
La guerra de Bosnia en los años 90 parecía ser el pináculo del horror, pero las guerras actuales demuestran que no hay límites en las profundidades del sufrimiento humano. Tal como lo expresó Herta Müller en su conferencia “Los pensamientos se cubren de tierra”, el horror parece renovarse a diario.
Nacionalismo: la justificación del odio y la conquista
El nacionalismo ha sido un motor central en los conflictos modernos, transformando identidades culturales en herramientas de dominación y exclusión.
- El caso de Ucrania y Rusia:
- Rusia, bajo el mando de Vladímir Putin, ha intentado imponer la idea de un «mundo ruso» (russky mir) sobre Ucrania.
- Desde 2004, las narrativas sobre la crueldad y el «neonazismo» ucraniano han adoctrinado a generaciones de rusos, justificando la agresión bajo la bandera de la defensa nacional.
- Israel y Gaza:
- La narrativa israelí sobre los «árabes» como amenaza ha perdurado por generaciones. Desde el ataque del 7 de octubre de 2023, la idea de que el control absoluto sobre los palestinos es esencial para la supervivencia judía ha tomado fuerza, alimentando una espiral de violencia.
En ambos casos, el nacionalismo se presenta como una respuesta defensiva, aunque en realidad busca perpetuar la dominación de un grupo sobre otro.
Religión: de la espiritualidad al fanatismo
La religión, que debería ser una fuente de paz, se ha convertido en otro elemento de división y odio en estos conflictos.
- Fundamentalismo religioso:
- En Rusia, la Iglesia Ortodoxa Rusa, liderada por el patriarca Kirill, ha respaldado las acciones de Putin, bendiciendo la guerra como una defensa del “mundo ruso”.
- En Israel, sectores del judaísmo fundamentalista justifican la ocupación y el control sobre Gaza como un mandato divino.
- Entre los palestinos, grupos fundamentalistas musulmanes prometen el paraíso a los mártires, perpetuando el ciclo de odio y violencia.
Estas interpretaciones extremas no solo distorsionan los principios religiosos, sino que también justifican crímenes de guerra en nombre de Dios.
Crímenes de guerra y el piloto automático del odio
El miedo, la rabia y el deseo de venganza se convierten en un «piloto automático» que deshumaniza al enemigo y normaliza la violencia.
- En Chechenia, Putin estableció el tono del siglo XXI con su declaración de guerra brutal: “Los remataremos hasta en los cagaderos”.
- En Gaza, los bombardeos y las incursiones militares han dejado miles de muertos, mientras que los ataques del 7 de octubre avivaron un fuego que parece inextinguible.
- En Ucrania, los crímenes de guerra cometidos por ambos bandos alimentan una narrativa de odio mutuo que dificulta cualquier posibilidad de reconciliación.
Perpetuación del conflicto
La repetición de estos patrones de odio y violencia plantea preguntas urgentes:
- ¿Qué papel deben jugar las naciones y las organizaciones internacionales para detener estas dinámicas?
- ¿Cómo podemos romper el ciclo del nacionalismo y el fanatismo religioso como justificaciones de guerra?
- ¿Qué responsabilidad tenemos como ciudadanos para exigir soluciones pacíficas y responsables?
Como lo expresó Omer Bartov, el historiador de la Shoah, estas guerras no son solo el resultado de líderes corruptos o regímenes autoritarios, sino también de generaciones adoctrinadas en el odio.
Llamada a la acción global
En un mundo donde las guerras parecen inevitables, es crucial recordar que la paz no es simplemente la ausencia de conflicto, sino el resultado de una construcción activa y constante. Reconocer las raíces del odio y las narrativas que lo alimentan es el primer paso para desmantelar estos sistemas.
La humanidad tiene la capacidad de transformar la dinámica del conflicto. Pero para hacerlo, debemos enfrentar las verdades incómodas sobre el papel del nacionalismo y la religión en los horrores del siglo XXI.
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