El 7 de febrero de 2025, el papa Francisco escribió un texto que hoy cobra un nuevo significado. No se trataba de una homilía oficial ni de una declaración pública, sino del prefacio a un libro escrito por su “querido hermano en el episcopado”, el cardenal Angelo Scola: “En espera de un nuevo comienzo. Reflexiones sobre la vejez”. Este texto, profundo y conmovedor, adquiere una fuerza insospechada tras la muerte del pontífice, ocurrida a los 88 años.
“La muerte no es el fin de todo”
En sus palabras, Francisco no habló desde el dogma, sino desde el afecto. Con humildad y claridad, afirmó que la muerte no representa un final, sino un nuevo comienzo. Esta visión de esperanza atraviesa todo su mensaje: “La vida eterna, que quienes aman ya experimentan en las ocupaciones cotidianas, es el inicio de algo que no tendrá fin”.
Su reflexión no es ajena a su historia personal. El papa había estado hospitalizado 38 días por una neumonía bilateral. Consciente de su fragilidad, escribió sobre la vejez sin miedo, como alguien que mira con ternura el último tramo del camino.
La vejez como tiempo sagrado
Francisco rompió con la visión cultural que ve en la vejez un problema. Para él, el verdadero desafío no es envejecer, sino cómo se vive ese proceso. “Incluso la vejez se convierte en una edad de vida”, escribió. Celebró que Scola utilizara sin reservas la palabra “viejo”, no como sinónimo de obsolescencia, sino de sabiduría, memoria, escucha y discernimiento.
En este sentido, reivindicó el valor de los abuelos: “Su ejemplo, sus palabras y su sabiduría pueden inculcar en los más jóvenes una visión de largo plazo”. En una sociedad acelerada y muchas veces desmemoriada, el papa insistió en que los mayores no deben ser descartados, sino integrados como pilares de identidad y comunidad.
Un legado de afecto y fe
El texto no es un tratado teológico, sino una carta de afecto. Francisco recordó con emoción su primera vestimenta como pontífice en la Capilla Sixtina, en marzo de 2013, y habló del deseo de reencontrarse con Scola, “ahora ambos, más viejos que aquel día”, pero unidos por la gratitud hacia Dios.
Citó a von Balthasar y a Ratzinger, pero por encima de todo, colocó al Cristo vivo. “El cristianismo no es tanto una acción intelectual o una elección moral, sino el afecto a una Persona, ese Cristo que vino a nuestro encuentro”.
La muerte como inicio luminoso
Este prefacio, ahora convertido en un legado póstumo, no es solo un mensaje sobre la vejez. Es un manifiesto espiritual sobre cómo abrazar la finitud humana con dignidad, fe y gratitud. Francisco nos recuerda que la muerte no es una ruptura, sino el umbral hacia lo eterno. Su partida deja un eco que no termina, una esperanza que resiste al tiempo.
¡Únete a nuestro canal en WhatsApp! Las noticias más relevantes del día directamente en tu dispositivo móvil.
TE PODRÍA INTERESAR