El nuevo presidente de Corea del Sur, Lee Jae-myung, ha iniciado su mandato con un arriesgado giro diplomático, manifestando su intención de mejorar las relaciones con China y Rusia mientras mantiene una tensa negociación de aranceles con su principal aliado, Estados Unidos.
Desde que asumió el cargo, el presidente de Corea del Sur, Lee Jae-myung, ha puesto en marcha una política exterior de «diplomacia pragmática» que está siendo observada con lupa en las capitales de todo el mundo. En un claro cambio de rumbo con respecto a su predecesor, más alineado con Washington y Tokio, Lee ha expresado su firme intención de reparar los lazos con Pekín y Moscú.
En sus primeras semanas, Lee ha mantenido conversaciones telefónicas con el presidente chino, Xi Jinping, en las que ambos líderes acordaron promover el desarrollo de las relaciones de buena vecindad y amistad. Este acercamiento se produce en un momento de creciente cooperación militar entre China y Rusia, que ha incluido patrullas aéreas conjuntas cerca del espacio aéreo surcoreano, lo que añade una capa de complejidad a la situación.
La alianza con EE.UU. bajo tensión
El principal punto de fricción en este nuevo tablero geopolítico son las negociaciones comerciales con Estados Unidos. El presidente Donald Trump ha fijado una fecha límite inminente para llegar a un acuerdo sobre aranceles, y Lee Jae-myung ha admitido públicamente que las conversaciones «claramente no son fáciles».
Analistas como Jeremy Chan de Eurasia Group se muestran pesimistas sobre el resultado de estas negociaciones, sugiriendo que Lee no será un presidente tan «amigable con Estados Unidos» como su antecesor y que no dudará en oponerse a propuestas que considere contrarias al interés nacional de Corea del Sur.
«Es difícil decir con certeza si podremos llegar a una conclusión antes del 8 de julio. Ahora estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo. Lo que necesitamos es un resultado verdaderamente recíproco que beneficie a ambas partes», afirmó el presidente Lee en su primera conferencia de prensa.
El dilema de Corea del Norte
Paralelamente, Lee busca reanudar el diálogo con Corea del Norte, a pesar de que Pyongyang está profundizando sus lazos militares con Rusia, suministrándole armas para su guerra en Ucrania a cambio de asistencia económica y militar. El propio Lee reconoce la enorme dificultad de esta tarea, admitiendo que «el antagonismo y la desconfianza mutuos son demasiado serios».
La política de Lee es un reflejo del dilema fundamental que enfrentan las potencias medias en un mundo cada vez más polarizado por la rivalidad entre Estados Unidos y China. Corea del Sur depende de EE.UU. para su seguridad, pero China sigue siendo su mayor socio comercial.
El intento de Lee de forjar un camino independiente, buscando un equilibrio entre estos dos gigantes, es un juego de alto riesgo. Al intentar satisfacer a todas las partes, corre el peligro de no satisfacer a ninguna, siendo percibido como un socio poco fiable por Washington sin obtener a cambio concesiones significativas de Pekín o Pyongyang. El éxito o el fracaso de este delicado acto de malabarismo diplomático definirá no solo el futuro de la península coreana, sino también el equilibrio de poder en el Indo-Pacífico.


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