En medio de una guerra comercial que amenaza con fracturar el comercio global, Brasil se prepara para jugar una carta que podría cambiar su destino económico: sus vastas reservas de tierras raras, un recurso codiciado por las potencias mundiales.
Con los aranceles de hasta 50 % impuestos por Donald Trump como represalia política, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ve en estos minerales estratégicos una oportunidad para negociar. Este domingo, ambos mandatarios podrían encontrarse en Malasia, en el marco de la cumbre de la Asean, para redefinir el papel del gigante sudamericano en el tablero mundial.
Un tesoro bajo el suelo brasileño
Brasil posee 21 millones de toneladas de tierras raras, la segunda reserva más grande del planeta después de China. Estos 17 metales pesados son esenciales para fabricar baterías, chips, motores eléctricos y misiles de precisión, productos que sostienen la economía digital y militar moderna.
Gilberto Fernandes de Sá, experto de la Universidad Federal de Pernambuco, describe este recurso como “una palanca geopolítica con la que pocos países pueden jugar”. Mientras China controla cerca del 70 % del mercado global, Brasil emerge como una alternativa real para reducir la dependencia de Washington del gigante asiático.
Lula busca equilibrio entre China y Estados Unidos
La diplomacia de Lula enfrenta un desafío delicado. Por un lado, China es el principal socio comercial de Brasil y ha invertido miles de millones en el sector automotriz y energético. Por el otro, Trump observa con recelo cualquier acercamiento entre Pekín y Brasilia, especialmente dentro del bloque BRICS, donde ambos países impulsan una agenda multipolar.
“Podemos discutir cualquier cosa: de Gaza a Ucrania, Rusia, Venezuela o los minerales críticos”, dijo Lula desde Yakarta.
Con esa frase, el presidente brasileño dejó claro que su estrategia será negociar desde la fuerza de sus recursos naturales, sin alinearse plenamente con ninguna potencia.
La carrera global por los minerales críticos
Mientras tanto, Estados Unidos firmó un nuevo acuerdo con Australia, el cuarto país con más reservas de tierras raras, buscando asegurar el suministro. Pero los analistas coinciden en que Brasil representa una ventana de oportunidad única: estabilidad política relativa, abundancia mineral y creciente inversión extranjera.
“El potencial brasileño puede generar una sinergia enorme con el capital estadounidense”, aseguró el ministro de Minas y Energía, Alexandre Silveira.
Sin embargo, la gran debilidad del país es que aún no desarrolla las fases más sofisticadas del proceso industrial, como la separación y el refinado, dominio exclusivo de los chinos.
Una apuesta que puede redefinir la geopolítica
El futuro de la relación entre Brasil y Estados Unidos podría definirse en Kuala Lumpur, donde se espera la reunión entre Trump y Lula. Si Brasil logra posicionarse como un proveedor confiable de tierras raras, podría transformar sus sanciones en una ventaja estratégica.
En el fondo, lo que se disputa no son solo minerales, sino el control del futuro tecnológico del planeta. Y Brasil, por primera vez en décadas, tiene algo que las potencias necesitan desesperadamente.


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