Poner un altar de muertos es una de las tradiciones más entrañables del Día de Muertos en México. No sólo se trata de una ofrenda, sino de una forma de recibir, por unas noches, a quienes ya no están. Cada objeto tiene un sentido: nada está ahí por casualidad. Y aunque cada familia le imprime su propio toque, hay elementos que no pueden faltar.
La antropóloga cultural María del Carmen Lozano explica que el altar “es un puente entre el mundo de los vivos y el de los muertos. No es una decoración: es una forma de diálogo con nuestros ancestros”. Por eso, más allá del colorido, es importante saber qué representa cada cosa.
Tradicionalmente, los altares se colocan desde el 28 de octubre y permanecen hasta el 2 de noviembre. Pueden tener dos, tres o siete niveles, según las creencias. Los de dos representan el cielo y la tierra; los de tres, el cielo, la tierra y el inframundo. Pero no importa tanto el número de pisos como el cariño con que se arma.
Uno de los primeros elementos es la fotografía del ser querido, colocada en lo alto. Es la forma de “invitarlo” a regresar. Frente a ella se pone una cruz de ceniza o sal, para purificar el alma, y una veladora, cuya flama simboliza la fe y la guía que ilumina su camino.
El papel picado da alegría y movimiento al altar. Representa el aire, uno de los cuatro elementos de la naturaleza. El agua, colocada en un vaso o jarro, calma la sed de las almas tras su largo viaje. La tierra se representa con frutos o semillas, como maíz y calabaza, que aluden a la fertilidad y al ciclo de la vida.
Tampoco puede faltar el pan de muerto, con su aroma a azahar y su figura de huesitos, que simboliza el cuerpo y la unión entre generaciones. Las flores, especialmente el cempasúchil, marcan el camino con su color intenso y su olor inconfundible. “El aroma es fundamental porque se cree que las almas lo siguen para encontrar su ofrenda”, dice la antropóloga.
A esto se suman los platillos y bebidas favoritas del difunto: mole, tamales, atole, tequila o café. Son ofrendas de afecto y memoria. También se coloca el incienso o copal, que limpia el ambiente y purifica. Y para quienes conservan el sentido más tradicional, el perro xoloitzcuintle, aunque sea una figura, recuerda al guía que ayuda a cruzar el río entre los mundos.
Más allá de los símbolos, el altar de muertos es una celebración de la vida. Es el momento de recordar con amor, de hablar de los que se fueron sin tristeza y de mantener encendida la llama del recuerdo que da sentido a nuestra identidad.
ELEMENTOS BÁSICOS DEL ALTAR DE MUERTOS
- Fotografía del ser querido
- Velas o veladoras
- Agua
- Sal
- Copal o incienso
- Papel picado
- Pan de muerto
- Comida y bebida favorita del difunto
- Flores de cempasúchil
- Cruz (de sal o ceniza)
- Figuras de perro xoloitzcuintle (opcional)
- Objetos personales o recuerdos del homenajeado


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