La depresión estacional es un tema del que cada vez se habla más, sobre todo durante los meses de otoño e invierno, cuando muchas personas reportan cambios en el estado de ánimo, energía y motivación. Sin embargo, alrededor de este fenómeno también circulan muchos mitos que dificultan comprender realmente qué sucede en el cuerpo y la mente durante esta etapa. Para algunas personas, estos síntomas pueden interferir seriamente con su vida cotidiana; para otras, solo representan una molestia temporal. En cualquier caso, entender qué es real y qué no ayuda a reconocer la diferencia entre una simple tristeza pasajera y un trastorno afectivo estacional que merece atención.

A continuación, se analizan los mitos más comunes y las realidades comprobadas detrás de esta condición emocional.
Qué es realmente la depresión estacional
La depresión estacional, o trastorno afectivo estacional, es una condición reconocida por instituciones como el Instituto Nacional de la Salud Mental, y se caracteriza por la aparición de síntomas depresivos en épocas específicas del año, generalmente cuando disminuye la luz solar. No se trata únicamente de sentirte triste por unos días, sino de un patrón que aparece y desaparece de manera cíclica durante al menos dos años consecutivos.
Entre los síntomas más frecuentes destacan la tristeza persistente, apatía, cansancio extremo, problemas de concentración y una mayor necesidad de sueño, aun cuando las horas de descanso parezcan suficientes. Muchas personas también experimentan cambios en el apetito, en especial mayor antojo de carbohidratos, así como una disminución del interés en actividades que antes resultaban placenteras. A esto se suma un progresivo aislamiento social, irritabilidad y una sensación de lentitud física y mental que puede afectar la productividad y la convivencia.
Mito: “Solo es tristeza normal”
Una de las creencias más extendidas es que la depresión estacional es simplemente una forma exagerada de tristeza común. Sin embargo, esto es falso. La tristeza regular es temporal, responde a situaciones específicas y, en la mayoría de los casos, permite seguir con las actividades diarias sin mayor problema.
La depresión estacional, en cambio, es más profunda, más persistente y se presenta de forma cíclica. No depende de un evento emocional concreto, sino de factores biológicos, ambientales y psicológicos relacionados con la exposición a la luz solar. Esto la vuelve más incapacitante y difícil de controlar sin estrategias adecuadas.
Mito: “Solo ocurre en invierno”
Es cierto que la mayoría de los casos se presentan en otoño e invierno; sin embargo, es un mito que la depresión estacional exista únicamente en esa época. La llamada depresión de verano o de patrón estival también es una realidad, aunque menos frecuente.
En este tipo, los síntomas aparecen en los meses cálidos y suelen ser distintos: insomnio, pérdida de apetito, irritabilidad, ansiedad y una sensación de agobio relacionada con el calor, los cambios de rutina y la mayor exposición a la luz. En contraste, la depresión invernal se manifiesta con somnolencia y aumento del apetito. Esto demuestra que el trastorno afectivo estacional no depende solo de la oscuridad, sino de variaciones abruptas en los ritmos biológicos.
Mito: “No dura mucho tiempo”
Otro mito común es que esta condición dura solo unas semanas. En realidad, los episodios pueden extenderse hasta medio año, especialmente en regiones con inviernos prolongados o veranos intensos. La duración no es igual para todas las personas, pero sí suficientemente larga como para afectar el bienestar físico, emocional y social.
Normalizar esta duración puede retrasar la búsqueda de ayuda y aumentar los riesgos asociados a la depresión clínicamente significativa.
Mito: “No tiene cura”
Aunque no existe una única cura definitiva, sí hay tratamientos y medidas efectivas que ayudan a reducir o controlar los síntomas. Entre ellas se encuentran:
- Exposición a luz brillante mediante lámparas especiales.
- Ejercicio regular, que regula la química cerebral.
- Rutinas de sueño estructuradas.
- Psicoterapia, especialmente la terapia cognitivo-conductual.
- Mayor contacto con la naturaleza, incluso en días nublados.
- En algunos casos, tratamiento médico supervisado.
Estas estrategias permiten mejorar la calidad de vida y evitar que los síntomas interfieran de forma prolongada.
Mito: “Es un invento psicológico”
La depresión estacional no solo es real, sino que tiene una explicación fisiológica clara. Está relacionada con un desajuste del reloj biológico. La producción de melatonina, hormona encargada de regular el sueño, se altera: alcanza su punto máximo más tarde y permanece elevada por la mañana, lo que provoca dificultad para dormir y despertar, así como una sensación de agotamiento continuo. Además, la disminución de luz puede afectar la serotonina, vinculada al bienestar emocional.
No es un invento; es una condición con bases biológicas y efectos visibles.

La depresión estacional es una condición real que va más allá de la tristeza pasajera. Comprender sus mitos y realidades permite identificar cuándo se necesita apoyo profesional y qué estrategias ayudan a recuperar el equilibrio emocional. Con tratamiento adecuado, rutinas saludables y una mayor conciencia de los síntomas, es posible enfrentarla de manera efectiva y mejorar el bienestar general.


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