Hace más de un siglo, un grupo de trabajadores japoneses emprendió un viaje transatlántico con destino a México, liderados por Enomoto Takeaki, un político y diplomático del gobierno Meiji. Aquella travesía, que comenzó en 1897, dio origen a una de las primeras experiencias de inmigración japonesa en América Latina y dejó una huella imborrable en el estado de Chiapas, particularmente en la región del Soconusco.
El proyecto agrícola de Enomoto Takeaki
El exministro de Asuntos Exteriores, Enomoto Takeaki, ideó un plan para ofrecer a jóvenes trabajadores japoneses nuevas oportunidades económicas en tierras extranjeras, al mismo tiempo que fortalecía los lazos diplomáticos con el gobierno de Porfirio Díaz.
En marzo de 1897, 28 colonos contratados y seis migrantes libres zarparon del puerto de Yokohama rumbo a México. Tras semanas de travesía, desembarcaron en las costas chiapanecas el 10 de mayo de 1897, para luego recorrer más de 130 kilómetros hasta Escuintla, donde se establecieron con la misión de cultivar café.
Dificultades en tierras chiapanecas
El inicio no fue sencillo. Los colonos llegaron en una época desfavorable para la siembra, sin semillas adecuadas y con poco conocimiento del clima tropical y del idioma español. Las lluvias intensas, las enfermedades y la escasez de alimentos complicaron aún más su asentamiento.
Tres años más tarde, el proyecto agrícola original se había desintegrado. Sin embargo, seis migrantes decidieron permanecer en Chiapas y fundaron la Sociedad Cooperativa Japonesa Mexicana, encabezada por Terui Ryojiro.
De acuerdo con los historiadores Makoto Toda y Shozo Ogino, esta cooperativa se convirtió en una de las empresas de capital japonés más relevantes de la época en América Latina.
El legado de la Colonia Enomoto
Aunque la experiencia no se replicó en gran escala, la Colonia Enomoto marcó un antes y un después en la historia de las relaciones México-Japón. En la primera década del siglo XX, más de 10 mil japoneses llegaron a México, aunque la Revolución Mexicana de 1910 redirigió la mayoría de los flujos migratorios hacia Brasil y Perú.
Hoy, más de 125 años después, el legado de aquellos pioneros sigue vivo en comunidades como Escuintla y Acacoyagua, donde la fusión cultural entre raíces prehispánicas, coloniales y japonesas ha enriquecido el tejido social.
Acacoyagua: un pueblo con historia viva
El municipio de Acacoyagua, cuyo nombre en náhuatl significa “Sede del caudillo” o “Lugar de señores”, forma parte de la región del Soconusco. Durante la época colonial, integró el sistema de tributo impuesto por la corona española y se convirtió en una zona agrícola clave.
Con la llegada de los japoneses, se consolidó una herencia cultural única que aún hoy se refleja en las prácticas agrícolas, la gastronomía y las festividades locales.
Entre sus celebraciones más importantes destacan el Día de San Marcos Evangelista (25 de abril), la Virgen de Guadalupe (12 de diciembre), la Semana Santa, el Día de Muertos y la Feria del Parque Enomoto (30 de noviembre), donde se honra la memoria de aquellos migrantes con muestras culturales y comercio local.
Una fusión cultural que perdura
La historia de la Colonia Enomoto no solo representa un capítulo de la inmigración japonesa en México, sino también un ejemplo de resiliencia y adaptación. A pesar de los obstáculos iniciales, los migrantes lograron integrarse y aportar al desarrollo agrícola y cultural de Chiapas.
Hoy, más de un siglo después, su legado sigue vivo en la identidad de las comunidades del Soconusco, recordándonos cómo los movimientos migratorios pueden transformar para siempre la historia de un lugar.


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