La política de seguridad en México enfrenta una de sus mayores encrucijadas. Durante seis años, la administración de Andrés Manuel López Obrador defendió su estrategia de “abrazos, no balazos”, basada en evitar la confrontación directa con los cárteles del narcotráfico. Sin embargo, con la llegada del nuevo gobierno y la inminente presión de Estados Unidos, esta estrategia parece estar llegando a su fin.
Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y uno de los principales arquitectos de la nueva política de seguridad, lanzó una declaración contundente durante su comparecencia ante Morena en la Cámara de Diputados:
“Cualquier tipo de diálogo con las organizaciones criminales es un espejismo. Siempre sale mal”.
Estas palabras marcan una ruptura con la visión del sexenio anterior y dejan claro que la postura del gobierno actual será diferente.
El choque de visiones dentro de Morena
La declaración de García Harfuch no es solo un posicionamiento personal, sino un reflejo de la división interna dentro de Morena.
Por un lado, López Obrador envió un documento a los senadores de su partido en diciembre, a través de Adán Augusto López, en el que advertía que romper con su política de seguridad amenazaba con fracturar la alianza entre el gobierno y el pueblo. Incluso sugirió que una insurrección ciudadana podría gestarse en respuesta a un cambio radical en la estrategia.
Por otro lado, la urgencia por modificar la política de seguridad no solo responde a la situación interna, sino a la creciente presión del gobierno republicano en Estados Unidos.
La declaratoria de los cárteles como grupos terroristas
Uno de los cambios más significativos es la propuesta del nuevo gobierno de Estados Unidos de designar a los cárteles del narcotráfico mexicano como organizaciones terroristas. Esto permitiría a Washington ampliar sus operaciones contra ellos, afectando no solo a los líderes del crimen organizado, sino también a sus socios políticos, financieros y comerciales en México.
El impacto de esta medida podría ser devastador:
- Empresas que paguen “derecho de piso” podrían ser catalogadas como cómplices del crimen organizado.
- Funcionarios y empresarios vinculados a los cárteles podrían ser sancionados bajo leyes de terrorismo.
- Se justificaría una mayor intervención de agencias estadounidenses en México, revirtiendo la política de expulsión de la DEA y el FBI impulsada en el sexenio anterior.
Este giro obligaría al gobierno mexicano a una cooperación más estrecha con Estados Unidos en materia de seguridad, una postura que choca directamente con la política de soberanía nacional defendida por López Obrador.
El caso Culiacán: un punto de quiebre
El conflicto en Culiacán se ha convertido en el epicentro de la crisis. El operativo clandestino de extracción del Mayo Zambada, presuntamente dirigido por fuerzas estadounidenses, debilitó la narrativa de López Obrador sobre su control del crimen organizado.
Este evento reveló la fragilidad de la política de no confrontación y dejó al descubierto las relaciones entre el Cártel de Sinaloa y el gobierno de Sinaloa, encabezado por Rubén Rocha Moya. La posible destitución del gobernador significaría un golpe para la estructura política de Morena en el estado y generaría un efecto dominó dentro del partido.
Morena en crisis: la batalla entre el pasado y el futuro
El choque de posturas dentro de Morena podría derivar en una fractura profunda. Mientras un sector del partido sigue defendiendo la estrategia de AMLO, otro encabezado por García Harfuch y respaldado por el nuevo gobierno, apuesta por una confrontación directa con el crimen organizado.
Esto podría traducirse en:
- Purga dentro de Morena: Se abrirían investigaciones contra figuras vinculadas al narcotráfico, lo que podría desatar una crisis política interna.
- Desafío al liderazgo de AMLO: Aunque López Obrador mantiene una gran influencia, su capacidad para frenar este cambio de estrategia es cada vez menor.
- Mayor colaboración con EE.UU.: La presión estadounidense obligará a México a tomar medidas más drásticas contra el crimen organizado, acelerando la ruptura con el pasado.
El panorama es claro: la estrategia de seguridad en México está cambiando y con ella, la estructura política de Morena.
¿Se acerca un cisma en Morena?
El fin de la política de “abrazos, no balazos” no solo marca un cambio en la estrategia de seguridad, sino que podría ser el detonante de la mayor crisis interna en Morena desde su fundación.La pregunta es inevitable: ¿podrá el partido mantenerse unido ante esta división, o veremos el inicio de una guerra política que redefina el futuro de México?
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