En el entorno actual de México, donde la Cuarta Transformación (4T) enfrenta constantes retos en su lucha por consolidar su proyecto, surgen temas que ponen a prueba los límites de su ideología y de su postura ante problemas nacionales. Recientemente, figuras de la 4T, como el polémico Félix Salgado Macedonio, han defendido públicamente una postura de «solidaridad» con el crimen organizado bajo el argumento de un «pueblo organizado».
Estas declaraciones han desatado una tormenta de opiniones y, en algunos casos, cuestionamientos sobre los límites éticos y estratégicos de esta alianza.
El dilema nacionalista de la 4T
La reciente advertencia de Salgado Macedonio hacia la oposición, especialmente contra la senadora Lilly Téllez, ha dejado en claro el mensaje: cualquier intento de solicitar la intervención de Estados Unidos en territorio mexicano para enfrentar al crimen organizado será considerado “traición a la patria”.
En palabras de Salgado, el crimen organizado, según la doctrina de la 4T, es parte del «pueblo organizado». Así, cualquier ataque a los cárteles es interpretado como un ataque a la soberanía del país y, por ende, un motivo para levantar cargos de traición.
Bajo esta perspectiva, la administración de López Obrador ha sostenido que la política de «abrazos, no balazos», similar a la que ha implementado Claudia Sheinbaum, una estrategia para contener el conflicto sin escalar la violencia, una visión que hasta ahora ha sido polémica y muy debatida. Esta postura representa una tensión constante entre el nacionalismo de la 4T y la percepción de que el crimen organizado es una amenaza directa para el bienestar de los ciudadanos.
La sombra del intervencionismo: ¿enemigo de la izquierda?
La tensión subió de tono cuando algunos críticos de la oposición, como Pablo Majluf, expresaron en redes sociales su deseo de que Estados Unidos etiquete a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. Esta idea, que llevaría a un posible aumento en la presión externa sobre el crimen organizado en México, ha sido condenada por la 4T y algunos de sus aliados.
De hecho, un famoso monero cercano al movimiento expresó públicamente que Majluf debería ser procesado por traición, una postura que coincide con el discurso de Salgado Macedonio.
Es aquí donde el término «traición a la patria» se convierte en una herramienta discursiva poderosa. En palabras de los integrantes de la 4T, apoyar la intervención extranjera sería un acto de entrega al imperialismo, una figura que históricamente la izquierda ha condenado. Sin embargo, para la oposición, la postura de la 4T y su rechazo rotundo a la intervención también puede interpretarse como un intento de proteger indirectamente al crimen organizado.
Patriotismo o contradicción: ¿qué está en juego para la 4T?
Desde un punto de vista ideológico, la 4T y algunos de sus líderes muestran un complejo entrelazamiento entre el nacionalismo y el apoyo a ciertos sectores de la sociedad que operan al margen de la ley. Al señalar a los cárteles como “pueblo organizado” y condenar cualquier intervención extranjera, la Cuarta Transformación busca mantener una postura de defensa de la soberanía nacional, aun cuando esta relación causa más preguntas que respuestas.
Este dilema se intensifica ante la posibilidad de un regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, quien ha sido claro en su postura de enfrentarse directamente al crimen organizado en México. Aunque Trump ha expresado duras críticas hacia el “socialismo”, sus intereses en contener el poder de los cárteles podrían llevar a un nuevo capítulo en la relación entre ambos países.
La 4T, por su parte, parece esperar que, al igual que en su primer mandato, Trump limite sus intervenciones y permita a México decidir su propio rumbo en la lucha contra el crimen.
La 4T y Trump: dos caras de la misma moneda populista
Aunque podría parecer sorprendente, la administración de la 4T y Trump comparten ciertos principios de discurso político y crítica a las instituciones tradicionales. Ambos líderes han mostrado simpatías hacia figuras como Vladimir Putin y han promovido la idea de una “nueva geopolítica” que desafía las normas de la democracia liberal. De esta manera, la Cuarta Transformación y la administración de Trump pueden llegar a alinearse en algunos aspectos de política exterior, mientras persisten en sus propias agendas.
En este contexto, la postura nacionalista de la 4T frente al crimen organizado se convierte en una cuestión de política interna y de imagen internacional. Por un lado, la defensa de los cárteles como «pueblo organizado» envía un mensaje de rechazo al intervencionismo extranjero. Por otro, muestra una aparente contradicción, al proteger a sectores que generan violencia e inseguridad en el país.
La 4T y el camino incierto de su relación con el crimen organizado
La Cuarta Transformación enfrenta el desafío de mantener su imagen de defensor de la soberanía nacional mientras sus críticos ven en esta postura una complacencia hacia el crimen organizado. Las declaraciones de figuras como Félix Salgado Macedonio han puesto a la luz una ambigüedad en la postura oficial del movimiento hacia el narcotráfico y las mafias que operan en México. Para muchos, la 4T enfrenta un dilema entre mantener la lealtad a sus ideales de no intervención y preservar la paz y seguridad en el país.
Por el momento, la tensión persiste, y la posibilidad de una intervención de Estados Unidos es remota, aunque la amenaza sigue latente. La 4T tendrá que lidiar con las críticas, tanto internas como externas, que cuestionan su capacidad para resolver un problema que afecta a toda la población.
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