Fiel a su estilo austero y pastoral, el Papa Francisco será despedido con un funeral marcado por la sencillez y la cercanía con el pueblo. Fallecido este 21 de abril a los 88 años, el Pontífice dejó indicaciones precisas para que su último viaje terrenal refleje los valores que guiaron su papado.
De acuerdo con las nuevas disposiciones, plasmadas en la segunda edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis y aprobadas por él mismo en 2024, representan un giro histórico en la forma de decir adiós a un Papa. Entre los cambios más notorios está la eliminación del uso de los tres ataúdes tradicionales (de ciprés, plomo y roble). En su lugar, Francisco será sepultado en un sencillo féretro de madera con interior de zinc.
La confirmación oficial de su fallecimiento se realizará en la capilla privada, y no en su habitación, como dictaba el protocolo anterior. Además, el cuerpo del Papa podrá ser visitado por los fieles con el ataúd abierto, aunque sin estar expuesto sobre un catafalco elevado y tampoco se colocará el báculo papal junto al féretro durante la exposición pública en la Basílica de San Pedro.
Un funeral de nueve días
El esquema general del funeral se mantendrá en tres escenarios: la residencia papal, la basílica vaticana y el lugar de entierro. Sin embargo, en las nuevas disposiciones se elimina el traslado al Palacio Apostólico y se reduce la complejidad de la secuencia ceremonial, esto con la finalidad de acentuar el carácter espiritual del rito y alejarse de los fastos tradicionales.
Según la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, los funerales papales deberán extenderse por nueve días consecutivos a los que también se les conoce como los novendiales, iniciando con la misa exequial. Durante la ceremonia, está prohibida la toma de imágenes del cuerpo sin vida del pontífice.
En vida, Francisco pidió ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, un lugar de fuerte significado mariano donde acostumbraba a rezar antes y después de sus viajes apostólicos. Esta decisión reafirma su vínculo con la Virgen y con el pueblo, en una iglesia que él mismo definió como “madre de puertas abiertas”.
Con este funeral, Francisco no sólo despide su vida terrenal, sino que también deja un último mensaje de humildad, sobriedad y fe. Una despedida que, sin aspavientos, busca hablar con el lenguaje más claro del Evangelio.


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