Tras la muerte del Papa Francisco, ocurrida el pasado 21 de abril, el Vaticano ha entrado en el periodo conocido como Sede Vacante, marcando el inicio formal del proceso para elegir al próximo líder de la Iglesia católica. A partir de ahora, el Colegio de Cardenales se prepara para celebrar uno de los rituales más solemnes y reservados de la institución: el cónclave.
El cónclave es el mecanismo por el cual los cardenales electores, todos menores de 80 años, se reúnen a puerta cerrada para seleccionar a un nuevo Pontífice. Más allá del misterio que envuelve este evento, el procedimiento sigue una normativa precisa, diseñada para garantizar tanto la validez como la discreción absoluta del proceso.
El gobierno interino: el Camarlengo al mando
Mientras la silla de Pedro permanece vacante, el gobierno ordinario de la Iglesia es asumido por el Colegio Cardenalicio, encabezado por el Camarlengo quien en esta ocasión es el cardenal Kevin Farrel. Este funcionario es responsable de verificar oficialmente la muerte del Papa, organizar los funerales y preparar todo lo necesario para la elección del sucesor. Aunque puede tomar decisiones administrativas, tiene prohibido modificar asuntos de fondo en la doctrina o la estructura eclesial.
Llegan los cardenales y se alista el Vaticano
Los cardenales con derecho a voto están siendo convocados a Roma. Serán alojados en la Domus Sanctae Marthae, mientras que las votaciones se llevarán a cabo en la Capilla Sixtina, lugar icónico del arte y la historia católica.
Para proteger la confidencialidad, se activarán bloqueos electrónicos, se aislarán comunicaciones y se reforzará la seguridad. Durante estos días también se celebrarán misas y oraciones públicas para invocar la guía divina en la elección.
El ingreso al cónclave: todo bajo llave
El día señalado, los cardenales celebrarán en la Basílica de San Pedro la misa Pro Eligendo Romano Pontifice (Por la elección del Romano Pontífice), y por la tarde se dirigirán en procesión a la Capilla Sixtina. Allí, una vez que las puertas se cierren cum clave (con llave), comenzará oficialmente el cónclave. Cada cardenal presta juramento de guardar absoluto secreto y de obedecer fielmente las reglas del proceso. A partir de ese momento, la Iglesia entera entra en espera.
Las votaciones: entre humo blanco y humo negro
En la primera jornada suele realizarse una votación de tanteo, pero en los días siguientes pueden realizarse hasta cuatro escrutinios diarios: dos por la mañana y dos por la tarde. En cada uno, los cardenales escriben el nombre del candidato elegido en una papeleta, que depositan en un cáliz tras hacer un juramento en voz alta.
Tres escrutadores designados cuentan los votos, si un candidato alcanza los dos tercios necesarios, es proclamado Papa. Si no, las papeletas se queman con productos que generan humo negro, que indica que aún no hay acuerdo. Si se logra la elección, el humo blanco anuncia al mundo: habemus Papam.
El nuevo Papa: aceptación, nombre y bendición
Cuando un cardenal recibe los votos necesarios, el Decano del Colegio le pregunta si acepta el cargo y qué nombre quiere adoptar. Si acepta, el cardenal protodiácono sale al balcón de la Basílica y pronuncia las palabras más esperadas: “Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam”.
El nuevo Pontífice se presenta por primera vez ante el mundo y ofrece la bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo), marcando el inicio de una nueva etapa para la Iglesia católica. Días después, se celebrará la misa de entronización, que inaugura formalmente su pontificado.
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