De enemigos a aliados: Zuckerberg en la toma de posesión de Trump
En marzo de 2024, Donald Trump calificó a Facebook como “enemigo del pueblo” y afirmó que no deseaba su éxito. Sin embargo, diez meses después, Mark Zuckerberg ocupó un lugar privilegiado en su toma de posesión. Este giro inesperado ha generado un sinfín de interrogantes sobre la verdadera relación entre la política y las grandes tecnológicas.
El expresidente Biden había advertido que se estaba consolidando una oligarquía de “extrema riqueza, poder e influencia” que amenazaba la democracia. Y ahora, Trump no solo se ha reconciliado con Meta, sino que también ha fortalecido su alianza con otros titanes de Silicon Valley como Elon Musk.
La inteligencia artificial y la guerra comercial con China
La IA es el epicentro de la disputa global por el poder tecnológico. Para su desarrollo, se requieren enormes cantidades de energía y chips de alto rendimiento. Este hecho ha convertido a las empresas tecnológicas en lobbistas activos del gobierno de Trump, buscando garantías en el acceso a estos recursos clave.
Uno de los grandes desafíos es el acceso a semiconductores. Actualmente, el 90% de los chips de alto rendimiento provienen de Taiwán, territorio que China busca integrar. A esto se suma la dependencia de “tierras raras”, como el galio y el grafito, esenciales para la fabricación de estos chips y cuyo procesamiento global está en manos de China, que ha restringido su exportación. Trump, al ser un crítico de las políticas comerciales chinas, podría facilitar acuerdos que beneficien a las tecnológicas estadounidenses y disminuyan la dependencia de Beijing.
Un gobierno como una startup: La visión de Silicon Valley
Uno de los puntos clave que acerca a Trump con los gigantes tecnológicos es su filosofía de gobierno. La idea de administrar el país como una startup se ha convertido en un eje de su estrategia, respaldado por pensadores como Curtis Yarvin y empresarios como Peter Thiel.
Este enfoque sugiere que el gobierno debe operar con la eficiencia de una empresa tecnológica, eliminando regulaciones y burocracia. De hecho, Trump ha nombrado a Elon Musk como Director de Eficiencia Gubernamental (DOGE), con la tarea de reducir drásticamente el tamaño del gobierno federal.
La guerra por la atención: Redes sociales y manipulación del discurso
En la era digital, la atención es el bien más valioso. Las redes sociales han demostrado su poder para moldear la opinión pública y controlar la narrativa global. Trump y sus aliados entienden esto perfectamente, y han encontrado en Elon Musk un aliado estratégico.
Desde que Musk adquirió Twitter (ahora X), ha utilizado la plataforma para amplificar discursos políticos afines y dar visibilidad a figuras alineadas con su visión del mundo. Un ejemplo claro fue su entrevista con Alice Weidel, líder de la ultraderecha alemana, que la colocó en el centro del debate público.
Meta también ha comenzado a realizar ajustes. Por años, los republicanos han criticado a Facebook por supuestamente favorecer el contenido liberal en detrimento del conservador. Ahora, con un Trump reelegido y Zuckerberg en la mesa del poder, podríamos ver una transformación en los algoritmos de la plataforma.
El impacto global de esta alianza
Las repercusiones de esta alianza trascienden Estados Unidos. La política digital de Trump podría influir en cómo se manejan las plataformas en México y América Latina, especialmente en periodos electorales. No sería sorprendente ver a Musk entrevistando a figuras clave de la región o a Facebook favoreciendo ciertos discursos en su feed de noticias.
Mientras las tecnológicas consolidan su influencia, los defensores de los derechos digitales y la privacidad advierten sobre el riesgo de una “nueva era de dominación tecnopolítica”. El futuro está en juego y la pregunta es: ¿podrán los ciudadanos mantener el control sobre su información y su percepción de la realidad?
Un futuro moldeado por la tecnología y la política
El acercamiento entre Trump y las grandes tecnológicas no es una coincidencia. Se trata de una estrategia para consolidar el poder a través del dominio de la inteligencia artificial, el control de la información y la manipulación del discurso en redes sociales.
Lo que hoy parece un acuerdo pragmático entre política y tecnología podría definir el curso de la democracia global en las próximas décadas. Si la atención es el nuevo petróleo, la lucha por controlarla apenas comienza.
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