Trump Kennedy Center vuelve a colocarse en el centro de la controversia cultural en Estados Unidos, luego de que su directiva anunciara una posible demanda por un millón de dólares contra el reconocido músico de jazz Chuck Redd, quien decidió cancelar una presentación en protesta por el cambio de nombre del emblemático recinto artístico de Washington, DC.

La polémica surge tras la decisión de la nueva junta directiva —designada por el presidente Donald Trump— de rebautizar el recinto como Donald Trump and the John F. Kennedy Memorial Center for the Performing Arts, un movimiento que ha generado rechazo entre artistas, familiares de Kennedy y legisladores.
El conflicto entre arte, política y el Trump Kennedy Center
Chuck Redd, baterista y vibrafonista de 67 años, ha sido durante décadas una figura habitual del Jazz de Nochebuena en el Kennedy Center. Sin embargo, el músico anunció su retiro del evento tras conocer la intención de la junta de incorporar el nombre de Trump al histórico centro cultural.
De acuerdo con Redd, su decisión fue una respuesta directa a lo que considera una politización indebida de un espacio artístico nacional. “He estado actuando en el Kennedy Center desde el inicio de mi carrera y me entristeció profundamente este cambio de nombre”, declaró el músico.
La amenaza legal: un millón de dólares en juego
El presidente del Kennedy Center, Richard Grenell, reaccionó con dureza ante la cancelación. En una carta, revelada por medios estadounidenses, Grenell calificó la acción de Redd como un acto de “intolerancia costosa” para una institución cultural sin fines de lucro.
Según el documento, el músico fue notificado oficialmente de que el recinto buscará un millón de dólares en daños y perjuicios, argumentando que la cancelación tuvo motivaciones políticas y afectó la imagen y operación del centro.
Grenell reforzó su postura en redes sociales, afirmando que no permitirá cancelaciones sin consecuencias, acusando a sectores de izquierda de boicotear las artes por el respaldo de Trump al recinto.
Reacciones divididas dentro del ámbito cultural
La vicepresidenta de relaciones públicas del centro, Roma Daravi, también criticó a los artistas que han decidido retirarse del Trump Kennedy Center, calificándolos de egoístas e intolerantes. En su opinión, los artistas tienen la responsabilidad de actuar para todo el público, más allá de diferencias ideológicas.
No obstante, la postura oficial ha generado una fuerte reacción en la comunidad cultural. Diversos músicos, productores y críticos han señalado que el arte no debe ser utilizado como herramienta política, especialmente en instituciones creadas para representar la pluralidad cultural del país.
La oposición de la familia Kennedy y del Congreso
El cambio de nombre del Kennedy Center no solo ha provocado rechazo entre artistas. Miembros de la familia Kennedy, incluida Maria Shriver y el excongresista Joe Kennedy, condenaron públicamente la decisión, calificándola de absurda e irrespetuosa.
Además, la congresista Joyce Beatty presentó una demanda para frenar el cambio, argumentando que solo el Congreso puede autorizar oficialmente la modificación del nombre de un monumento nacional establecido en 1964.
Impacto en la asistencia y cancelaciones de espectáculos
La controversia también ha tenido consecuencias económicas. Según reportes del Washington Post, la venta de boletos ha disminuido considerablemente desde que Trump reestructuró la junta directiva del centro.
El informe señala que las entradas para conciertos de orquesta, teatro y danza están por debajo de los niveles previos a la pandemia. Además, al menos 20 producciones han cancelado o pospuesto presentaciones en respuesta a la nueva administración.
Incluso el evento anual de honores del centro, encabezado recientemente por Trump, registró una caída del 35% en audiencia televisiva, reflejando el impacto de la controversia en la percepción pública del recinto.

Un debate abierto sobre el futuro del Trump Kennedy Center
El enfrentamiento entre Chuck Redd y el Trump Kennedy Center expone un debate más profundo sobre los límites entre cultura, política y libertad artística. Mientras la administración del recinto defiende el cambio de nombre como un reconocimiento presidencial, críticos argumentan que se trata de una apropiación simbólica de un espacio nacional.
El caso podría sentar un precedente relevante sobre los derechos de los artistas, la autonomía cultural y el papel de las instituciones públicas en contextos de polarización política.


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