En un movimiento que desafía la narrativa global, Toyota ha decidido retrasar el lanzamiento de un nuevo SUV eléctrico en EE. UU. para priorizar la producción de su popular modelo de gasolina, el Grand Highlander. ¿Es una genialidad estratégica o un error histórico?
En una decisión que parece ir a contracorriente de la industria automotriz global, el gigante japonés Toyota ha puesto en pausa sus planes para un nuevo SUV eléctrico de gran tamaño en Estados Unidos, optando en su lugar por aumentar la producción de su exitoso modelo de combustión, el Grand Highlander. Este movimiento ha generado un intenso debate: ¿está Toyota cometiendo un error estratégico o ejecutando una jugada maestra que otros no ven?.
La noticia, confirmada por fuentes de la industria, detalla que el lanzamiento del esperado SUV eléctrico de tres filas se ha pospuesto de 2026 a 2028. La razón es puramente económica: la demanda del Grand Highlander, disponible en versiones de gasolina e híbrida, ha sido tan «masiva» que los concesionarios en Estados Unidos se han quedado con un inventario de apenas tres días de suministro. Para satisfacer este apetito del mercado, Toyota reorganizará sus líneas de producción en la planta de Georgetown, Kentucky, dedicando más capacidad al rentable vehículo de combustión.
La Contradicción China: Una Estrategia Dual
Lo que hace que la decisión de Toyota sea tan fascinante es que no representa un abandono de los vehículos eléctricos (EV), sino una estrategia geográfica y temporalmente diferenciada. Mientras pisa el freno en Estados Unidos, en China, el mercado de EV más grande y competitivo del mundo, está pisando el acelerador a fondo.
Simultáneamente, Toyota acaba de iniciar la construcción de su primera planta de producción de Lexus totalmente eléctrica y de propiedad exclusiva en Shanghái. El proyecto avanza a lo que localmente se ha denominado «velocidad Lexus», con el objetivo de estar terminado en agosto de 2026 y comenzar la producción en 2027, con una capacidad anual de 100,000 vehículos de nueva energía (NEV).
Esta estrategia dual no es una contradicción, sino un sofisticado acto de arbitraje. Toyota está maximizando las ganancias del robusto mercado de combustión en Occidente para financiar su costosa y tardía transición a los EV en Asia, donde la batalla por el futuro ya se está librando. Las ganancias generadas por cada Grand Highlander vendido en EE. UU. pueden verse como el capital que financia la guerra de precios y la inversión masiva en China, donde sus nuevos EV, como el bZ3X, se venden por tan solo 15,000 dólares y ya están superando a competidores de Volkswagen y BMW.
La Advertencia y el Verdadero Campo de Batalla
La propia Toyota es consciente de los riesgos. Un alto ejecutivo de la compañía advirtió recientemente que «no nos queda mucho tiempo», señalando que China no solo lidera en EVs, sino que está a punto de dominar también el mercado de vehículos de hidrógeno gracias al masivo apoyo gubernamental.
Sin embargo, el verdadero campo de batalla para la supervivencia a largo plazo de Toyota podría no ser el motor, sino el software. La compañía está invirtiendo miles de millones en su propia plataforma de software automotriz, «Arene», que planea lanzar para 2025. Este sistema operativo, similar al de Tesla, controlará desde el volante y los frenos hasta las funciones de conducción autónoma y entretenimiento.
La decisión de retrasar un modelo de EV en EE. UU. es táctica y temporal. La inversión en «Arene» es estratégica y fundamental. La verdadera noticia no es si Toyota vende más Highlanders o más bZ4X, sino si puede construir con éxito un ecosistema de software competitivo antes de que sus rivales tecnológicos lo dejen obsoleto. La supervivencia de Toyota no depende de si sus coches son de gasolina o eléctricos, sino de si pueden ser tan inteligentes como los de sus competidores.


TE PODRÍA INTERESAR