Una rebelión se extiende por Europa. Desde Barcelona, que ha declarado la guerra a los pisos turísticos, hasta Venecia, los ciudadanos luchan contra un modelo de turismo masivo que, según denuncian, les expulsa de sus propios barrios y amenaza su identidad.
La escena es casi teatral, pero resume una furia que recorre Europa: activistas en las calles de Barcelona, armados con pistolas de agua, rocían a los turistas mientras corean «¡Un turista más, un residente menos!». Este acto de protesta no es un hecho aislado, sino el síntoma más visible de una rebelión ciudadana que se extiende por los destinos más icónicos del continente. Hartos de la escalada de precios de la vivienda y de la erosión de su calidad de vida, los residentes de ciudades como Venecia, Santorini o París están diciendo «basta» al modelo de «sobreturismo» que amenaza con devorar el alma de sus barrios.
El Epicentro de la Furia: Barcelona Declara la Guerra a los Pisos Turísticos
La medida más radical hasta la fecha ha llegado desde Barcelona. El alcalde Jaume Collboni ha anunciado un plan drástico: la eliminación total de los 10,101 apartamentos turísticos con licencia de la ciudad para finales de 2028. El objetivo, según el consistorio, es recuperar estas propiedades para el mercado de alquiler residencial y así combatir la grave crisis de acceso a la vivienda que sufre la ciudad.
El mecanismo legal para esta acción se basa en un decreto regional catalán que establece que las licencias de uso turístico tienen una vigencia de cinco años y, una vez expiradas, no serán renovadas. Esta decisión marca un antes y un después, pasando de una política de gestión a una de restricción activa.
El Efecto Dominó: De las Tasas de Venecia a la Caza de Anuncios Ilegales
Barcelona no está sola. La lucha contra el turismo masivo es una tendencia paneuropea, con diferentes ciudades adoptando medidas cada vez más audaces:
- Venecia: Ha reintroducido su controvertida tasa de entrada para excursionistas de un día, que obliga a los turistas a pagar entre 5 y 10 euros durante la temporada alta.
- Grecia: Ha implementado un nuevo impuesto a los cruceros y está invirtiendo en plantas desalinizadoras para combatir la escasez de agua en islas sobrecargadas de visitantes.
- España (Nacional): El gobierno central ordenó a la plataforma Airbnb retirar casi 66,000 anuncios de alquileres ilegales en todo el país.
- París: Los trabajadores del Museo del Louvre llegaron a la huelga, alegando que la institución «colapsaba bajo el peso del turismo de masas».
Este conjunto de acciones evidencia un cambio de paradigma. Si antes las políticas se centraban en «gestionar los flujos» —como los horarios escalonados para visitar la Acrópolis en Atenas—, ahora se centran en restringir activamente la oferta turística. Esto indica que los enfoques más suaves han fracasado en resolver los problemas de fondo que afectan a los residentes.
¿Por Qué Ahora? La Tormenta Perfecta de la Tecnología y la Crisis de Vivienda
La explosión del turismo actual es el resultado de una «tormenta perfecta» de factores. Por un lado, la tecnología, con los vuelos de bajo coste, la planificación de viajes mediante inteligencia artificial y la cultura de la «lista de deseos» impulsada por redes sociales como Instagram, ha concentrado a millones de viajeros en los mismos lugares pintorescos.
«Se combina con la pérdida y el desplazamiento gradual de otras actividades sociales y económicas.» – Angelos Varvarousis, urbanista.
Por otro lado, esta explosión choca de frente con una profunda crisis de vivienda en toda Europa. La proliferación de alquileres a corto plazo a través de plataformas como Airbnb ha demostrado tener un impacto directo y devastador: a medida que más propietarios destinan sus viviendas al lucrativo mercado turístico, la oferta de alquiler a largo plazo para los residentes se reduce drásticamente, disparando los precios y expulsando a los locales de sus propios barrios.
Este conflicto es, en esencia, un choque entre la economía digital y globalizada, representada por las plataformas online, y la comunidad física y local. Las ciudades están intentando reafirmar su soberanía sobre su espacio físico, diciéndole a los gigantes tecnológicos globales que su modelo de negocio se ha vuelto incompatible con la supervivencia de sus comunidades.
La «guerra contra los pisos turísticos» es, por tanto, mucho más que una disputa local. Es la primera línea de una batalla por el futuro y la identidad de las ciudades europeas. Ante la creciente presión ciudadana, los gobiernos se enfrentan a una elección crucial: seguir priorizando un motor económico multimillonario o proteger el tejido social y la vida de sus residentes. La respuesta a esta pregunta definirá el carácter de la vida urbana en las próximas décadas.


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