La OTAN ha decidido limitar drásticamente la información pública sobre la ayuda militar a Ucrania. La medida, sin precedentes, busca frenar la explotación de datos por parte de Rusia para su maquinaria de guerra y propaganda, marcando un giro estratégico en la guerra de la información.
En una decisión que redefine las reglas de la comunicación en tiempos de guerra, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha comenzado a implementar un apagón informativo, restringiendo la divulgación pública de detalles sobre la ayuda militar destinada a Ucrania. Fuentes de alto nivel dentro de la alianza confirman que esta medida busca contrarrestar la explotación sistemática de información por parte de la Federación Rusa, que utiliza los datos para fines de planificación militar y propaganda.
La decisión del apagón informativo: ¿Por qué la OTAN calla ahora?
La nueva política implica un cese en la publicación de detalles específicos sobre las entregas de armamento y podría extenderse a restringir aún más la información relacionada con la planificación de la defensa y la disuasión. El objetivo es claro: evitar que Rusia obtenga una visión anticipada de las acciones de la alianza y las capacidades ucranianas.
Este cambio de rumbo se produce en un momento crítico, justo antes de la cumbre de la OTAN en La Haya, donde se espera que los países miembros acuerden elevar sus objetivos de gasto en defensa hasta un 5% de su Producto Interno Bruto (PIB). La política de transparencia, un pilar de las democracias occidentales, estaba resultando contraproducente. La premisa de que la comunicación abierta demostraba unidad y disuadía la agresión se vio rebatida por la evidencia: Rusia no estaba siendo disuadida, sino que estaba utilizando la transparencia como una fuente de inteligencia en tiempo real. La causa (transparencia) estaba generando un efecto opuesto al deseado (seguridad), lo que forzó un cambio drástico de estrategia.
La maquinaria de propaganda rusa: Explotando la transparencia occidental
La razón fundamental detrás de este giro es el temor fundado a que Rusia explote la información. Un funcionario de un país líder de la OTAN, hablando bajo condición de anonimato, declaró a The Moscow Times: «Todo lo discutido o dicho en conferencias de prensa termina en los feeds de noticias de Telegram [rusos] casi en tiempo real».
Un ejemplo concreto fue el intenso interés de los medios estatales rusos, como TASS y RIA Novosti, en las negociaciones de la OTAN sobre un paquete de ayuda adicional de 20 mil millones de euros para Kiev. Los detalles de las discusiones llenaron sus cables informativos, proporcionando al Kremlin un panorama detallado de las deliberaciones internas de la alianza.
Además del espionaje, la desinformación ha sido un arma clave. Canales de televisión rusos han llegado a fabricar noticias, como la infame historia de una supuesta bolsa de cocaína en una mesa frente a líderes europeos, cuando las imágenes mostraban claramente una servilleta. Este incidente ilustra una vulnerabilidad clave en cómo las democracias abiertas se enfrentan a regímenes autoritarios en la era digital. La OTAN opera bajo normas de prensa libre, mientras que Rusia no tiene tales restricciones, creando una asimetría donde la información verídica de la OTAN es armada por Moscú, obligando a la alianza a gastar recursos en desmentir falsedades.
«Al principio, publicábamos todo. […] Al final, nos dimos cuenta de que estaba ayudando a Putin, no al público alemán.» – Diplomático alemán anónimo a The Moscow Times.
El precedente alemán: De la transparencia total al secreto estratégico
Alemania ya había adoptado una postura similar, sirviendo como un caso de estudio para el resto de la alianza. En mayo, el gobierno alemán dejó de divulgar información sobre la entrega de misiles de largo alcance Taurus a Ucrania y, posteriormente, clasificó todos los datos relacionados con su asistencia militar.
Este movimiento hacia el secreto estratégico, si bien justificado desde el punto de vista operativo, presenta un dilema democrático. Los gobiernos de la OTAN dependen del apoyo de sus ciudadanos para políticas costosas como el apoyo a Ucrania, y la transparencia es fundamental para mantener esa confianza. Al clasificar la información, corren el riesgo de ser acusados de ocultar el verdadero coste de la guerra a sus votantes, una narrativa que podría ser explotada tanto por la oposición interna como por la propia propaganda rusa. La alianza se encuentra así atrapada entre la necesidad de seguridad operativa y la de legitimidad democrática, abriendo un complejo «frente interno» en este prolongado conflicto.


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