Durante la noche, Kyiv ha sufrido el ataque aéreo más masivo y brutal desde que comenzó la invasión a gran escala hace más de tres años. Rusia lanzó una oleada de 550 drones y misiles sobre territorio ucraniano, dejando un rastro de muerte y destrucción en la capital.
La capital de Ucrania ha vivido una noche de terror absoluto. En lo que las autoridades ucranianas describen como el mayor ataque aéreo desde febrero de 2022, las sirenas antiaéreas sonaron durante más de siete horas mientras el cielo se iluminaba con explosiones y el fuego de las defensas antiaéreas. El resultado preliminar es devastador: al menos dos personas han muerto y más de 31 han resultado heridas solo en Kyiv, entre ellas un niño.
Una Lluvia de Fuego: Las Cifras del Ataque
La escala del bombardeo no tiene precedentes. Según la Fuerza Aérea de Ucrania, Rusia lanzó un total de 550 proyectiles, en su mayoría drones Shahed de fabricación iraní, pero también 11 misiles de crucero. La defensa aérea ucraniana, llevada al límite, logró derribar 270 de los objetivos, mientras que otros 208 se perdieron del radar, probablemente neutralizados por contramedidas electrónicas.
El Ministerio de Defensa ruso afirmó que sus objetivos eran fábricas de drones y otras instalaciones militares en la capital. Sin embargo, la realidad sobre el terreno muestra un impacto indiscriminado. Los escombros de los proyectiles interceptados cayeron en al menos 33 lugares diferentes de la ciudad, causando incendios y destrucción en al menos cinco de los diez distritos de Kyiv.
Daños confirmados:
- Edificios residenciales y comerciales gravemente dañados.
- Cinco ambulancias destruidas mientras respondían a las emergencias.
- Más de 300 toneladas de escombros retiradas por los servicios de emergencia.
- Regiones como Dnipropetrovsk, Sumy y Kharkiv también sufrieron daños.
- «Noche absolutamente horrible e insomne en Kyiv. Una de las peores hasta ahora». – Andrii Sybiha, Viceministro de Asuntos Exteriores de Ucrania.
Una Estrategia Calculada para Agotar a Ucrania
Este ataque no es un hecho aislado, sino la culminación de una nueva y alarmante estrategia rusa. Se trata del segundo «mayor ataque de la guerra» en menos de una semana, lo que indica una campaña sistemática y deliberada para saturar y agotar las defensas aéreas de Ucrania. Esta ofensiva aérea coincide con una renovada presión rusa en el frente terrestre de 1,000 kilómetros, especialmente en la región de Sumy, donde las fuerzas ucranianas luchan por contener los avances.
El momento de esta escalada es crítico. Ocurre justo cuando el apoyo militar de Occidente muestra signos de debilidad. La reciente decisión de Estados Unidos de detener el envío de algunas armas cruciales, incluidos misiles para los sistemas de defensa aérea Patriot, debido a la preocupación por sus propias reservas, ha creado una ventana de vulnerabilidad que Moscú parece estar explotando sin piedad.
La estrategia es clara y cruel: lanzar oleadas masivas de drones baratos para forzar a Ucrania a gastar sus valiosos y escasos misiles interceptores de fabricación occidental. Esto crea un dilema estratégico insostenible para Kyiv: proteger a sus ciudadanos y arriesgarse a quedarse sin munición, o racionar las defensas y permitir que los ataques rusos causen más destrucción.
Diplomacia Bajo las Bombas
Irónicamente, la noche de fuego sobre Kyiv coincidió con una intensa actividad diplomática. El presidente Volodymyr Zelenskyy mantuvo una conversación telefónica «muy importante y productiva» con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para discutir precisamente el fortalecimiento de las defensas aéreas y la posible producción conjunta de armas.
Sin embargo, mientras se habla de futuros proyectos, la realidad en el presente es que los cielos de Ucrania son cada vez más vulnerables. La guerra de desgaste ha entrado en una nueva fase, una que se libra no solo en las trincheras, sino también en los cielos de sus ciudades, poniendo a prueba la resiliencia de su gente y la fiabilidad de sus aliados.


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