La noche del domingo, Afganistán vivió una de sus peores tragedias recientes. Un terremoto de magnitud 6,0 golpeó con fuerza la provincia de Kunar y otras regiones cercanas, dejando un saldo que ya supera 1.400 muertos y más de 3.000 heridos.
Las escenas son desoladoras: carreteras bloqueadas, aldeas enteras reducidas a escombros y familias buscando sobrevivientes entre ruinas.
Las zonas más afectadas
Según el portavoz talibán Zabihullah Mujahid, los distritos de Nurgal, Chawki y Asadabad concentran gran parte de la devastación. Más de 5.400 viviendas quedaron destruidas, muchas en áreas rurales donde la ayuda tarda en llegar.
La Media Luna Roja Afgana informó que cientos de personas continúan atrapadas bajo los escombros, mientras los rescatistas luchan contra el tiempo.
Testimonios en medio del dolor
“Han pasado más de 32 horas y los heridos siguen llegando”, relató el doctor Sharif Khamosh desde un hospital en Jalalabad. Helicópteros trasladan a los sobrevivientes, mientras largas filas de vehículos transportan heridos y ayuda humanitaria hacia las aldeas devastadas.
Respuesta internacional y ayuda humanitaria
La ONU liberó cinco millones de dólares de su fondo de emergencia. El Reino Unido, India, China, Pakistán, Irán, Egipto y la Unión Europea anunciaron envíos de alimentos, medicinas y refugios temporales.
Sin embargo, Afganistán enfrenta un desafío aún mayor: una crisis económica profunda y un sistema sanitario debilitado que limita la respuesta ante esta emergencia.
Una crisis que trasciende fronteras
La tragedia no solo se mide en cifras. Escuelas, mezquitas y tierras agrícolas quedaron destruidas, golpeando a comunidades que ya enfrentaban vulnerabilidad extrema. Para los más de tres millones de habitantes en la zona afectada, la reconstrucción será un desafío que exigirá cooperación internacional sostenida.


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