Una mirada dentro de Israel revela una profunda contradicción. Mientras el gobierno de Netanyahu canta victoria, los ciudadanos viven bajo sirenas y en refugios. Conoce la tensión interna.
En Israel se viven dos guerras. Una es la que narra el gobierno de Netanyahu: una victoria histórica gracias al ataque de EEUU. La otra es la que viven sus ciudadanos: una realidad de sirenas constantes, noches en refugios y una vida cotidiana paralizada por el miedo.
Tel Aviv / Jerusalén.- En las calles de Israel se respira una atmósfera de profunda contradicción, un choque entre la narrativa triunfalista del gobierno y la cruda realidad de una nación en guerra. Mientras el primer ministro Benjamin Netanyahu celebra el ataque estadounidense a Irán como una victoria estratégica que consolida su legado político, la población civil paga el precio de la escalada con miedo y disrupción.
La Narrativa de la Victoria
Para el gobierno israelí, la intervención directa de Estados Unidos es la culminación de una estrategia de años. Netanyahu ha enmarcado la operación como un «punto de inflexión histórico» y un triunfo personal, declarando que está «muy cerca» de alcanzar los objetivos de la guerra. Sus apariciones públicas, incluyendo una oración en el Muro de los Lamentos, proyectan una imagen de fuerza y control, reforzando su resurgimiento político tras meses de críticas internas.
Esta narrativa de éxito es amplificada por el ejército, que informa sobre operaciones continuas y logros tácticos, buscando mantener alta la moral nacional.
La Realidad en los Refugios
Sin embargo, fuera de las salas de prensa, la realidad es otra. La vida cotidiana en gran parte del país se ha detenido. El Comando del Frente Interior ha impuesto severas restricciones de movimiento en todo el territorio nacional, permitiendo solo actividades esenciales. Las escuelas permanecen cerradas, y en ciudades como Jerusalén, la policía ha ordenado el cierre de negocios en la Ciudad Vieja por motivos de seguridad.
Las sirenas antiaéreas se han convertido en la banda sonora de la vida diaria, obligando a los ciudadanos a correr a los refugios a cualquier hora del día o de la noche. El impacto de los misiles iraníes es tangible: edificios residenciales dañados en Haifa y Tel Aviv, cortes de energía en el sur del país y un goteo constante de víctimas civiles.
«Usen la guerra con Irán para terminar la guerra en Gaza.» – Consigna de las familias de los rehenes israelíes, en una protesta frente a la residencia del ministro de Defensa.
Fisuras Internas y un Paradigma Roto
Esta disonancia entre el discurso político y la experiencia vivida está empezando a generar fisuras. Las familias de los rehenes secuestrados el 7 de octubre continúan sus protestas, exigiendo que el gobierno aproveche la nueva dinámica regional para asegurar la liberación de sus seres queridos, una demanda que choca con la retórica de guerra total.
Más profundamente, el conflicto está forzando un debate nacional sobre el paradigma de seguridad de Israel. La incapacidad de los sistemas de defensa, como la Cúpula de Hierro, para interceptar todos los misiles balísticos iraníes ha hecho añicos la percepción de invulnerabilidad. El hecho de que ciudades importantes sufran impactos directos desafía la creencia de que la superioridad tecnológica es una garantía de seguridad absoluta.
Mientras el gobierno celebra una victoria estratégica en el extranjero, la población israelí libra su propia batalla por la supervivencia en casa, una tensión que definirá el futuro político y social del país en los meses venideros.
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