En una sala llena de estudiantes, Steven Levitsky —politólogo de Harvard— leyó la carta que marcaría un punto de quiebre. La universidad, una de las más influyentes del mundo, había decidido enfrentarse directamente al gobierno de Donald Trump, tras semanas de presión y amenazas por parte de la administración republicana. La respuesta: aplausos, emoción y una frase que quedará marcada en la historia reciente de la educación superior estadounidense. “Parece que Harvard ha decidido que es hora de luchar”.
¿Por qué arremete el gobierno de Trump contra Harvard?
Todo comenzó con un desacuerdo profundo sobre derechos civiles. El gobierno, a través de un grupo de trabajo, acusó a Harvard de tener una “mentalidad de privilegio” al rechazar condicionamientos federales vinculados con las leyes de derechos civiles. La amenaza: cortar miles de millones de dólares en fondos de investigación, comprometiendo proyectos científicos y empleos en una institución que, aunque poderosa, también es vulnerable a esos recortes.
¿Puede Harvard resistir sin el dinero del gobierno?
Aunque Harvard posee un enorme fondo de dotación, el 80% está destinado a usos específicos. Sin embargo, la universidad señaló en su informe financiero que podría recurrir a “miles de millones de dólares” en caso de emergencia. Esta decisión, sin embargo, implica riesgos financieros serios, especialmente si se considera la duración indefinida del conflicto con el gobierno.
La lección de Columbia y la estrategia de Harvard
Columbia, otra universidad de la Ivy League, intentó negociar con el gobierno de Trump. Pero como advirtió Lee Bollinger, su exrector, “una estrategia de conciliación no parece tener un final aceptable”. Steven Pinker coincidió: negociar solo funciona si hay buena fe. Harvard tomó nota y optó por resistir.
Reacciones en los campus: alivio, miedo y determinación
Mientras en Washington se intensifica el debate, en los campus universitarios la reacción ha sido clara: alivio ante la decisión de defender los principios. Profesores, investigadores y estudiantes temen perder sus proyectos y empleos, pero muchos consideran que es más importante salvaguardar la autonomía universitaria y los derechos civiles que ceder a las presiones políticas.
¿Qué está en juego para el futuro de la educación superior?
Más allá del conflicto puntual entre Harvard y el gobierno de Trump, lo que está en juego es el precedente que esto puede sentar. ¿Deben las universidades rendirse ante los intereses políticos para conservar su financiamiento? ¿O deben, como Harvard, levantar la voz y defender su integridad institucional?
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