Un mensaje de identidad en el corazón de México
En una ceremonia cargada de simbolismo e historia, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo conmemoró los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan, la antigua capital del Imperio mexica. Frente a cientos de personas reunidas en el Zócalo de la Ciudad de México, Sheinbaum afirmó con fuerza que “México no nació con la llegada de los españoles”, reivindicando la profundidad histórica de los pueblos originarios y su papel central en la identidad nacional.
La mandataria subrayó que las civilizaciones indígenas como los mayas, zapotecas, purépechas y mexicas fueron el verdadero origen de México, un país que, en sus palabras, “floreció en estas benditas tierras mucho antes de la Conquista”. La ceremonia no solo fue un homenaje al pasado, sino también una declaración política y cultural sobre el presente y el futuro del país.
Reivindicación del México profundo y milenario
La frase central del discurso —“México no nació con los españoles”— marcó un punto de ruptura con las narrativas históricas tradicionales, aquellas que comienzan la historia del país en 1521 con la caída de Tenochtitlan ante Hernán Cortés. Para Sheinbaum, esa visión borra siglos de cultura, ciencia, organización social y arte desarrollados por los pueblos originarios.
“La Conquista no fue el inicio, fue una interrupción violenta a una civilización avanzada”, declaró la presidenta. Y añadió que durante la época colonial se buscó avergonzar a los pueblos originarios, imponerles una cultura ajena y relegar sus lenguas, conocimientos y formas de organización. “Hoy reivindicamos su grandeza, su herencia viva y su dignidad histórica”, afirmó.
Con ello, Sheinbaum no solo propuso una relectura de la historia nacional, sino que también envió un mensaje a las nuevas generaciones: reconocer, respetar y valorar la diversidad cultural que forma el alma de México.
Tenochtitlan, símbolo de resistencia
La ciudad mexica de Tenochtitlan fue fundada alrededor del año 1325 sobre un islote del lago de Texcoco. Llegó a convertirse en una de las urbes más impresionantes del mundo prehispánico, con un avanzado sistema de canales, templos, calzadas y una economía basada en el comercio y la agricultura. Fue, durante casi dos siglos, el centro del poder político, militar y espiritual de Mesoamérica.
“Tenochtitlan sigue siendo símbolo de ese México profundo, milenario y resistente”, afirmó Sheinbaum en su discurso. El lugar donde alguna vez se erigió el Templo Mayor, y donde hoy se encuentra el Palacio Nacional y la Catedral, conserva una memoria latente, que aún se expresa en rituales, arte, lengua y luchas sociales.
La presidenta destacó que hablar de Tenochtitlan no es un ejercicio nostálgico, sino una forma de afirmar la continuidad histórica del pueblo mexicano, que ha sabido sobrevivir a invasiones, dictaduras, discriminación y despojo, sin perder su identidad.
Historia, política y visión de nación
El evento, aunque conmemorativo, tuvo también un marcado tono político e ideológico. La postura de Sheinbaum se alinea con una corriente que busca descolonizar el pensamiento histórico y cultural de México, reconociendo la herencia indígena no como folclor ni pasado muerto, sino como fundamento vivo de la nación.
En ese sentido, el mensaje presidencial puede leerse como parte de un esfuerzo por reforzar una visión de país más incluyente, plural y enraizado en su diversidad. En tiempos donde el debate sobre la memoria histórica es parte del discurso público, revalorar a los pueblos originarios también implica abrir el diálogo sobre el presente: sus derechos, sus territorios, su representación política y su lugar en el desarrollo nacional.
Un país que mira hacia atrás para avanzar
Los 700 años de la fundación de Tenochtitlan no solo recuerdan el surgimiento de una de las civilizaciones más poderosas de América, sino que invitan a reflexionar sobre cómo se construye la identidad de un país. Para la presidenta Sheinbaum, ese relato debe escribirse desde abajo, desde los pueblos, desde los códices, los cantos, las lenguas y los símbolos ancestrales.
Con un discurso cargado de historia, pero también de visión, Sheinbaum propuso mirar más allá de los libros coloniales, más allá del mito fundacional del mestizaje, para reconstruir un México orgulloso de su raíz indígena y abierto a la diversidad.


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