Hace cuatro años, un grupo de mujeres decidió transformar el paisaje urbano de Paseo de la Reforma. En el lugar donde se erguía la figura de Cristóbal Colón, surgió un nuevo símbolo: la Glorieta de las Mujeres que Luchan, un espacio arrebatado al olvido para convertirse en refugio de memoria y dignidad.
Este fin de semana, decenas de madres, hijas, hermanas y activistas se reunieron allí para conmemorar el cuarto aniversario de la toma. Las flores, las mantas y los nombres pintados sobre las mamparas se mezclaron con los gritos de justicia que, cuatro años después, siguen resonando en el corazón de la Ciudad de México.
“Queremos mantener viva la memoria de las mujeres que no tuvieron voz y que fueron víctimas de la violencia machista”, expresó Jacqueline Palmeros, del colectivo Una luz en el camino, quien busca desde 2020 a su hija Jael Monserrat, desaparecida en la capital.
De monumento colonial a memorial de justicia
La “toma” de la glorieta en 2021 marcó un punto de inflexión. Lo que antes representaba una historia impuesta, hoy simboliza la lucha de miles de mujeres contra la violencia de género. En lugar del mármol y el bronce, hay flores, fotografías, cruces moradas y murales que narran la resistencia de un movimiento que se niega a desaparecer.
Sin embargo, las colectivas denuncian que el espacio ha sido objeto de vandalismo e intentos de desmantelamiento por parte de autoridades y particulares.
“No solo es un lugar simbólico; es un grito permanente contra la impunidad”, afirma Palmeros.
Cada nombre en la glorieta cuenta una historia. Como el de Fernanda Sánchez Velarde, víctima de feminicidio en 2014. Su madre, María Magdalena Velarde, colocó una nueva placa en memoria de su hija, rodeada por un jardín de rosas que las colectivas cuidan con devoción.
Las cifras que no mienten
Las madres y activistas recordaron que en México ocurren al menos 14 feminicidios diarios, según organizaciones civiles. Aunque el gobierno federal asegura avances, las familias de las víctimas insisten en que la justicia sigue siendo una promesa incumplida.
“Le dicen a la presidenta Claudia Sheinbaum que nos escuchan, pero no es así”, señaló Velarde. “Queremos que los agresores enfrenten la justicia y que nuestras hijas sean recordadas no como cifras, sino como vidas robadas que exigen verdad”.
Un símbolo que trasciende fronteras
La Glorieta de las Mujeres que Luchan ya no pertenece solo a la Ciudad de México: se ha convertido en un referente continental del activismo feminista. De Buenos Aires a Bogotá, colectivos han replicado el gesto, creando espacios de memoria en sus propias ciudades.
En redes sociales, la etiqueta #GlorietaDeLasMujeresQueLuchan volvió a viralizarse durante la conmemoración, con mensajes que combinan dolor, esperanza y resistencia.
“Este lugar es nuestro altar, nuestro refugio y nuestra trinchera”, escribió una usuaria en X (antes Twitter).
Memoria, resistencia y esperanza
A cuatro años de su nacimiento, la glorieta sigue siendo mucho más que un espacio físico. Es una herida abierta y un recordatorio constante de que las mujeres no se rinden.
“Cada nombre, cada flor y cada mural cuentan una historia de amor y de lucha”, dijo una integrante de Ni Una Menos México.
Y entre esas historias, la de las madres que cada día regresan a ese círculo de flores moradas recuerda al país entero que no hay justicia sin memoria.


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