Bloque negro. Una investigación que se ha vuelto un rompecabezas para las autoridades de la Ciudad de México, una trama donde estudiantes, exestudiantes, grupos radicales y oportunistas convergen en un fenómeno que ya no puede leerse solo como protesta, sino como una estructura compleja y cambiante.
Fiscalía capitalina ubica a los líderes del bloque negro
El hallazgo comenzó silencioso, casi accidental. En una marcha que muchos recuerdan —la del 2 de octubre—, agentes de la Policía de Investigación revisaron minuciosamente cada fotograma captado por cámaras de seguridad y celulares. Entre el caos, rostros cubiertos y movimientos rápidos, algo llamó su atención: una coordinación marcada, patrones repetidos, órdenes sutiles entre quienes vestían de negro.
Ese fue el primer hilo. Al jalarlo, descubrieron un entramado: el bloque negro, ahora identificado oficialmente por la fiscalía capitalina como un grupo que no solo se presenta en manifestaciones, sino que actúa con una estructura más definida de lo que se creía.
El documento interno al que tuvo acceso la autoridad describe 31 presuntos responsables, ubicados por participación directa en actos vandálicos durante la marcha del 2 de octubre y la protesta contra la gentrificación del 21 de julio. No se trataba únicamente de jóvenes encapuchados. Entre ellos había estudiantes activos, exalumnos, integrantes de colectivos de vivienda joven y personas asociadas a grupos anarquistas de larga operación en la capital.
Y también, inesperadamente, delincuentes oportunistas.
Una investigación que destapa más que vandalismo
En la mitad de esta historia surge algo más inquietante. Las indagatorias revelaron que detrás de las agresiones, además del discurso radical, se habían infiltrado pandillas del Centro Histórico interesadas en usar la violencia como cortina de humo.
El 2 de octubre, mientras la atención se centraba en los destrozos, grupos delictivos robaron negocios aprovechando el caos. En ese contexto, uno de los identificados fue Juan Carlos Contreras Martínez, ligado a una banda dedicada al robo, detenido tras el atraco a la joyería Bizarro.
La fiscalía abrió 38 carpetas de investigación, y un juez ya giró cinco órdenes de aprehensión que siguen pendientes de ejecución. Además, hay 21 citatorios contra presuntos estudiantes y se han solicitado cinco audiencias de control sin detenido para avanzar en las indagatorias.
Un organigrama que revela jerarquías y tácticas
El trabajo de investigación incluyó imágenes recolectadas por agentes infiltrados y análisis de inteligencia. Las fotografías fueron organizadas en un organigrama interno donde se catalogan roles, desde coordinadores hasta ejecutores de agresiones.
De acuerdo con el análisis, participan jóvenes vinculados a:
- UNAM
- UAM
- IPN
- UACM
Además, se identificaron células especializadas en pintar, romper mobiliario urbano, lanzar proyectiles y distraer a las autoridades para permitir saqueos.
También se les relaciona con amenazas de bomba en la UNAM, un dato que elevó la urgencia de la investigación.
Lo que viene para la fiscalía capitalina
La Fiscalía General de Justicia busca ahora avanzar en la cumplimentación de órdenes de aprehensión, realizar audiencias sin detenido y obtener más evidencia de redes sociales, fuentes abiertas y testimonios.
El bloque negro, que surgió como una expresión de protesta radical, hoy aparece ante la autoridad como una estructura híbrida donde confluyen ideologías, descontentos estudiantiles y delitos comunes.
Las próximas semanas serán decisivas. Las órdenes sin cumplimentar, los citatorios pendientes y las nuevas audiencias marcarán el rumbo de una investigación que comenzó como un seguimiento ordinario y terminó siendo una radiografía profunda de un fenómeno urbano en constante mutación. Lo que está en juego no es solo el desmantelamiento de una red violenta, sino la construcción de un precedente sobre cómo se aborda la violencia en marchas sin vulnerar derechos fundamentales.
Al final, el caso del bloque negro se convierte en un espejo incómodo: muestra la tensión entre la lucha social y el vandalismo, entre la seguridad pública y la libertad de expresión, entre el Estado y las nuevas formas de organización urbana. Un recordatorio de que, en la capital del país, nada es tan simple como parece y que, detrás de cada protesta, hay historias, intereses, agendas y riesgos que deben ser entendidos a profundidad.


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