Crece el número de adolescentes reclutados por el narcotráfico en México
En México, la línea que separa la infancia de la criminalidad se ha vuelto peligrosamente delgada. En los últimos años, el país ha sido testigo de un fenómeno inquietante: el aumento exponencial de adolescentes detenidos por delitos relacionados con el narcomenudeo. Lo que comenzó como una tendencia marginal se ha convertido en una crisis nacional que pone en evidencia la vulnerabilidad social, económica y emocional de toda una generación.
Datos de fiscalías estatales obtenidos por transparencia revelan que en 2022 fueron detenidos mil 143 adolescentes por delitos de narcomenudeo. En 2023, la cifra subió a mil 230. Pero el salto alarmante ocurrió en 2024, cuando las detenciones crecieron 88%, alcanzando las dos mil 310. El panorama de 2025 es aún más preocupante: de enero a julio ya se contabilizan 2 mil 920 jóvenes detenidos por este delito.
Estados con mayor número de jóvenes detenidos
El fenómeno se ha extendido por casi todo el país, aunque algunos estados presentan cifras que rozan lo alarmante. En San Luis Potosí, las detenciones pasaron de dos menores en 2019 a mil 804 en lo que va de 2025. En Guanajuato, los arrestos subieron de 22 a 475 entre 2019 y 2024, con 256 más en los primeros meses de este año.
Otras entidades como Aguascalientes, Chiapas, Chihuahua, Ciudad de México y Coahuila también registran un incremento sostenido. En siete años, San Luis Potosí acumula 2 mil 156 jóvenes detenidos, Chihuahua mil 965, la capital del país mil 931 y Coahuila mil 682.
La magnitud del problema revela un patrón de expansión del narcomenudeo juvenil que ya no distingue entre zonas urbanas y rurales. La delincuencia organizada ha encontrado en los adolescentes un recurso de bajo costo, fácil sustitución y alta eficacia operativa.
Menores imputados y en investigación
Más allá de las detenciones, preocupa el número de jóvenes imputados por este delito sin haber sido detenidos. Entre Baja California, Chiapas, Guanajuato, Sonora y Yucatán, se contabilizan 224 adolescentes bajo investigación de 2019 a 2025.
En Chiapas, por ejemplo, se documentaron 12 casos en 2024 y 26 en lo que va de 2025. En Baja California, el número se duplicó, pasando de 10 a 19 en el mismo periodo. Estos datos confirman que el narcomenudeo se ha convertido en una vía recurrente para captar y utilizar a menores en la estructura del crimen organizado.
Un contexto de pobreza y narcocultura
El sociólogo Felipe Gaytán Alcalá, especialista en temas sociales, identifica tres factores que explican este fenómeno: la vulnerabilidad económica, la búsqueda de pertenencia y el estatus social aparente que el narcotráfico promete.
“La primera causa es la vulnerabilidad económica. Muchos de estos jóvenes provienen de familias con escasos recursos. El narco les ofrece dinero rápido y un sentido de poder”, señala el investigador de la Universidad La Salle.
En estados como Chiapas, con altos niveles de pobreza, el narcotráfico se presenta como una salida falsa ante la falta de oportunidades laborales o educativas. Los adolescentes, atraídos por la promesa de control y prestigio, terminan inmersos en una realidad violenta de la que difícilmente escapan.
El atractivo peligroso del poder y el dinero
El especialista explica que el crimen organizado ofrece a los adolescentes un sentido de pertenencia que las estructuras familiares o escolares muchas veces no les brindan. “Les hacen creer que son selectos, que tienen control. Les muestran una versión distorsionada de la realidad en la que creen tener poder”, afirma.
Al regresar a sus hogares con dinero, muchos de estos jóvenes se convierten en un ejemplo visible de éxito para sus comunidades. “Eso los convierte en objeto de admiración, lo que refuerza la idea de que el narco da prestigio”, agrega Gaytán.
Sin embargo, esa aparente prosperidad tiene un costo alto. Los adolescentes son utilizados como halcones, distribuidores o sicarios, y debido a su edad, suelen ser reemplazables y liberados rápidamente por las autoridades.
La visión desde la seguridad: menores como objetivo fácil
El especialista en seguridad Otto René Cáceres Parra, de la Universidad Nacional Rosario Castellanos, advierte que el aumento de menores detenidos por narcomenudeo responde también a un incremento en la violencia del crimen organizado en regiones como Chiapas y Guanajuato.
“Los grupos criminales descubrieron que reclutar niños es más sencillo. Son más proclives a ser engañados, viven en contextos de pobreza y con escasa supervisión familiar”, sostiene.
El experto describe un patrón común: los adolescentes empiezan como vigilantes o halcones, y rápidamente son promovidos dentro de las redes delictivas. “El problema es que el marco legal no permite juzgarlos como adultos, lo que hace que para el narco sean un recurso de bajo riesgo legal”, explica.
Una problemática emocional y familiar profunda
Para la psicóloga Blanca Fabiola González Moreno, doctora en ciencias para la familia, el reclutamiento de adolescentes por parte del crimen organizado es un problema multifactorial.
“El narcotráfico se aprovecha de jóvenes con carencias afectivas y familias desestructuradas. Prometen dinero, poder o pertenencia, pero detrás hay manipulación emocional y explotación”, comenta.
La especialista subraya que detrás de muchos de estos casos existen violencia intrafamiliar, negligencia parental, adicciones y problemas emocionales no atendidos. “Los adolescentes cargan enojo, rencor, depresión, y el narco ofrece una falsa válvula de escape”, afirma.
Qué hacer para detener el reclutamiento juvenil
Los expertos coinciden en que es urgente una estrategia integral de prevención que aborde las causas estructurales: pobreza, deserción escolar, violencia familiar y falta de oportunidades.
González Moreno propone trabajar desde lo comunitario, identificando zonas de riesgo y fortaleciendo a las familias, mientras que Gaytán sugiere programas educativos que reconstruyan el tejido social y ofrezcan modelos de éxito alternativos a la narcocultura.
Sin atención temprana, advierten, México enfrentará una generación perdida: jóvenes atrapados entre la marginación y la criminalidad, donde el crimen organizado actúa como el único empleador visible.


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