Una nueva pregunta para niños migrantes: ¿Te quieres ir?
En los centros de detención a lo largo de la frontera y más allá, una nueva práctica comenzó a implementarse silenciosamente: agentes federales de Estados Unidos ahora preguntan a algunos niños migrantes no acompañados, entre 14 y 17 años, si quieren regresar voluntariamente a sus países. Esta medida, impulsada por la administración de Donald Trump, rompe con el protocolo que había protegido a menores vulnerables durante más de dos décadas.
La escena es inquietante. Un adolescente, solo, sin padres ni representantes legales, debe tomar una decisión que podría marcar el resto de su vida: volver al país del que huyó o esperar ser transferido a un centro del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) para iniciar un proceso más formal de protección.
El cambio que sacude el protocolo migratorio infantil
Hasta ahora, la norma era clara: los menores no acompañados de países distintos a México o Canadá debían ser enviados directamente al HHS, sin cuestionamientos sobre su deseo de permanecer en el país. Esta agencia es la encargada de su cuidado, protección y conexión con familiares o tutores dentro de Estados Unidos, además de gestionar su posible solicitud de asilo.
Pero en la más reciente directiva, los agentes de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) recibieron instrucciones específicas: preguntar a estos menores si desean salir del país voluntariamente. Si la respuesta es afirmativa, se procede a entregarlos al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) para su deportación.
Plazos críticos: 72 horas para decidir el destino de un menor
La medida contempla un límite de tiempo: si ICE no recoge al menor en un plazo de 72 horas, entonces CBP deberá remitir al niño al HHS. Este límite no solo plantea un desafío logístico, sino que abre la puerta a múltiples interpretaciones, retrasos y, potencialmente, a la vulneración de derechos fundamentales de los menores.
Expertos legales y organizaciones defensoras de los derechos humanos ya han advertido que esta práctica podría llevar a decisiones apresuradas, mal informadas y forzadas, especialmente en contextos de presión emocional, desconocimiento del idioma o miedo a represalias.
¿Qué significa “salir voluntariamente” cuando no hay otra opción?
El concepto de salida voluntaria es complejo cuando se aplica a adultos. Pero en el caso de menores, la línea se vuelve más borrosa. ¿Puede un adolescente verdaderamente entender las consecuencias de una decisión así? ¿Tiene la madurez emocional y cognitiva para decidir su futuro migratorio sin orientación legal ni apoyo psicológico?
Esta medida no solo enfrenta cuestionamientos morales, sino también legales. Desde la Ley de Reautorización de Protección a Víctimas de Trata de 2008, Estados Unidos estableció reglas claras para el tratamiento humanitario de menores migrantes. Romper este marco podría exponer al país a litigios y presiones internacionales.
Trump, migración y la narrativa del control
Este movimiento encaja con una estrategia más amplia de la administración Trump: mostrar mano dura en política migratoria, especialmente en año electoral. La promesa de “recuperar el control de la frontera” ha sido un eje central en su discurso, y esta nueva medida parece diseñada para acelerar deportaciones y reducir la carga administrativa de los procesos migratorios de menores.
Sin embargo, el costo humano de esta política es elevado. Miles de niños y adolescentes enfrentan ahora una disyuntiva traumática, muchas veces sin familiares cercanos, traductores adecuados o acceso a orientación legal.
Una decisión que no debería recaer en un niño
La decisión de permanecer o salir de un país no debería recaer sobre los hombros de un menor solo y vulnerable. Al cambiar las reglas del juego, la administración Trump no solo busca ganar puntos políticos, sino también desmantelar lentamente las redes de protección creadas para los niños migrantes.
Mientras tanto, organizaciones humanitarias, abogados de migración y activistas se preparan para enfrentar esta nueva batalla jurídica y moral. Porque detrás de cada número, hay una historia, una infancia en riesgo y un futuro que aún puede protegerse.


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