La Marcha del Orgullo 2025 en CDMX es más que un desfile. Descubre las tensiones internas, las contra-marchas y las demandas que definen el futuro del movimiento.
Cientos de miles de personas desbordaron Paseo de la Reforma en la 47ª Marcha del Orgullo LGBT+ de la CDMX, pero más allá de la celebración masiva, el evento de 2025 reveló las profundas tensiones y debates que marcan el presente y futuro del movimiento por la diversidad sexual en México.
Bajo el lema “Diversidad sin fronteras. ¡Justicia, Resistencia y Unidad!”, la marcha de este año puso el foco en la solidaridad con las poblaciones migrantes y en la resistencia contra las políticas anti-derechos que avanzan en diversas partes del mundo. Sin embargo, entre los carros alegóricos y la música, emergieron voces disidentes y demandas específicas que demuestran que el Orgullo es un espacio vivo, complejo y, a menudo, en conflicto consigo mismo.
Las voces de la marcha: ¿Qué se exige en 2025?
Si bien la celebración de la identidad es el motor visible, el corazón de la marcha sigue siendo la protesta. Las demandas centrales de este año se enfocaron en la necesidad de políticas públicas efectivas para detener los crímenes de odio, garantizar el acceso universal a la salud sin discriminación y avanzar en el reconocimiento legal de todas las identidades, especialmente las trans y no binarias.
Varios contingentes marcharon con agendas claras, visibilizando luchas particulares dentro de la gran marea arcoíris:
- Asociación por las Infancias Transgénero: Con el lema “Caminamos con orgullo, alegría y convicción”, este grupo y sus aliados, como la Red de Familias Trans, marcharon para exigir el respeto y la protección de los derechos de los menores trans en todo el país.
- Contingente LGBT+ con Discapacidad: Bajo la consigna “Con orgullo y dignidad”, este bloque buscó poner en el centro del debate la doble discriminación que enfrentan y la necesidad de políticas inclusivas que consideren sus realidades.
- Tramo de Silencio: En un acto de profundo respeto y memoria, se guardó silencio desde la Glorieta de las Mujeres que Luchan hasta el Antimonumento de los 43, en honor a las víctimas de crímenes de odio y a las personas desaparecidas de la comunidad.
Más allá del arcoíris: La protesta dentro de la protesta
Quizás el fenómeno más revelador de la marcha de 2025 fue la fuerza y visibilidad de los bloques disidentes y las «contra-marchas», que critican lo que consideran una mercantilización y despolitización del Orgullo.
«Esta acción surge del hartazgo ante la mercantilización del orgullo y el vaciamiento político de las luchas sexodisidentes», declararon los organizadores de la «Contra Marcha de la Rabia».
Estos grupos representan una corriente que busca reconectar el Orgullo con sus raíces de protesta radical:
- La Contra Marcha de la Rabia: Organizada por la Red de Colectivos Sexodisidentes, este contingente no siguió la ruta principal. Partió de la estación Auditorio y se dirigió a la Embajada de Israel, en un acto de solidaridad con Palestina y en denuncia del «pinkwashing» (el uso de los derechos LGBT+ para lavar la imagen de un gobierno) y el colonialismo.
- Bloque Disidente y AJA: La Agrupación Juvenil Anticapitalista convocó a una marcha paralela con consignas como «¡Por un orgullo Antimperialista junto a Palestina!», buscando recuperar el carácter combativo y anticapitalista de las primeras movilizaciones.
Estas tensiones demuestran que el movimiento no es monolítico. Mientras un sector celebra la inclusión y la visibilidad logradas dentro del sistema actual, otro considera que ese mismo sistema (capitalista, colonial) es la raíz de la opresión y, por lo tanto, rechaza la integración en él.
La Marcha del Orgullo 2025 fue, en esencia, un espejo de la complejidad de una comunidad. Fue una explosión de alegría y celebración de la vida, pero también un campo de batalla ideológico donde se debate acaloradamente cuál es el camino a seguir. La pregunta sobre si la estrategia debe ser la aceptación corporativa y la visibilidad masiva, o una alianza con otras luchas radicales, es el dilema que definirá el futuro del activismo LGBT+ en México.
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