Cómo funciona el sistema modular
Unos diseñadores suizos desarrollan una propuesta que cambia por completo la manera en que las ciudades pueden mantener espacios más frescos sin depender de energía eléctrica, equipos ruidosos ni intervenciones invasivas. Esta historia comienza con dos jóvenes diseñadores que, enfrentando una ola de calor sofocante en una gran ciudad europea, imaginaron una solución tan simple como brillante: ladrillos de terracota impresos en 3D capaces de enfriar su entorno mediante evaporación. Lo que empezó como un experimento universitario se convirtió en un sistema modular llamado bloc°, una respuesta creativa y sostenible ante un problema urbano cada vez más urgente.
A medida que los diseñadores avanzaban en su investigación, descubrieron que la combinación de terracota, agua y sol formaba una sinergia perfecta. Cada módulo almacenaba agua en su interior y la liberaba lentamente, permitiendo un proceso de evaporación que absorbía calor directamente del aire. Esto reducía algunos grados la temperatura, suficientes para transformar un espacio caliente e insoportable en un área transitable.
Los diseñadores sabían que el reto no era solo enfriar: era hacerlo sin generar dependencia energética. Por ello incorporaron pequeños paneles solares que alimentaban microbombas para mantener la humedad interna del ladrillo. La solución era autónoma, silenciosa y escalable, ideal para ciudades densas donde las olas de calor son cada vez más prolongadas.
Con el tiempo, los diseñadores entendieron que bloc° podía formar parte del mobiliario urbano sin exigir reformas complejas. Podía integrarse en bancos, muros, postes o pequeñas sombras. Esta sutileza era clave: no se trataba de imponer un objeto tecnológico evidente, sino de mejorar el paisaje urbano sin romper su identidad.
Los diseñadores verificaron que su enfoque tenía sentido en espacios cotidianos: paradas de autobús, tranvías, patios escolares o plazas sin sombra. En cada uno de estos lugares, el sistema era capaz de generar un pequeño oasis térmico que hacía la espera más llevadera. En verano, cuando el asfalto y el concreto convierten las calles en hornos, un descenso de temperatura de apenas unos grados cambia radicalmente la experiencia de quienes transitan.
Dónde se integra mejor en la ciudad
Los diseñadores también encontraron inspiración en tradiciones antiguas. Culturas mediterráneas y de Oriente Medio habían usado la cerámica durante siglos para refrescar interiores sin electricidad. La impresión 3D solo daba precisión y flexibilidad a una idea milenaria. Así, un concepto antiguo se fusionaba con técnicas modernas para enfrentar un problema contemporáneo.
Mientras los diseñadores perfeccionaban la geometría interna de los módulos, comprendieron que la clave estaba en maximizar la superficie de evaporación. Microcanales, cavidades controladas y porosidad calibrada lograron un comportamiento térmico óptimo. Cada módulo era una pieza inteligente, diseñada para dejar que la física hiciera el trabajo sin grandes intervenciones.
A lo largo de este proceso, los diseñadores se toparon con una verdad ineludible: las ciudades necesitaban estrategias que no dependieran exclusivamente del aire acondicionado. Los sistemas mecánicos consumen energía, generan ruido y aumentan la presión sobre redes eléctricas saturadas. Por eso el modelo de bloc° encajaba en una tendencia global: adoptar soluciones pasivas que enfríen sin incrementar la carga energética.
Los diseñadores analizaron tres líneas de impacto clave. La primera era transformar el mobiliario urbano en infraestructura climática. La segunda era proteger a personas vulnerables, como adultos mayores o estudiantes, que pasan tiempo en espacios exteriores sin sombra. La tercera era promover resiliencia local frente a temperaturas crecientes.
En términos de adaptabilidad, los diseñadores observaron que bloc° podía instalarse en lugares estrechos o amplios. En zonas con tránsito constante, el movimiento del aire generado por los autobuses ayudaba incluso a mejorar el proceso de evaporación. Allí donde el calor dificultaba la movilidad urbana, estos módulos convertían segmentos específicos en puntos frescos necesarios.H
Hacia un futuro urbano más fresco y sostenible
Los diseñadores también pusieron especial atención en la estética. No querían que los módulos parecieran aparatos industriales. La terracota, con sus tonos naturales, evocaba artesanía y calidez, integrándose a plazas, jardines y calles sin resultar estridente. Las ciudades no solo necesitaban soluciones funcionales: también debían conservar armonía visual.
Con todas estas ventajas, los diseñadores impulsaron un prototipo que llamó la atención por su eficiencia y por su capacidad de operar sin consumir electricidad de la red. La idea de un sistema que funciona mejor cuanto más intenso es el sol parecía casi poética. Era transformar una amenaza —el calor extremo— en energía útil para disminuir sus efectos sobre las personas.
Invitaciones de otras farmacias
Los diseñadores comenzaron a recibir solicitudes de información de distintas ciudades interesadas en implementar estrategias pasivas. La expansión de este tipo de tecnologías sugería un camino prometedor hacia urbes más habitables. En un escenario donde los veranos son más largos y las noches ya no refrescan, soluciones discretas, económicas y sostenibles pueden marcar una diferencia sustancial.
Al final, los diseñadores comprendieron que bloc° no era solo un objeto, sino una herramienta de adaptación climática pensada para un futuro caluroso. Implicaba una forma distinta de entender el espacio público: no como un área que debe soportar el clima, sino como un terreno donde la creatividad puede mejorar la vida de sus habitantes.
Y así, aquello que nació de la curiosidad de dos diseñadores terminó convirtiéndose en una propuesta que invita a repensar el urbanismo desde la frescura, la sostenibilidad y la empatía climática.
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