El pasado nunca muere del todo en el mundo del espectáculo; simplemente espera el momento adecuado para volver a ser noticia. La tumultuosa relación entre Alicia Villarreal y Arturo Carmona, que culminó en divorcio hace más de dos décadas, ha regresado al centro del huracán. Todo comenzó con la “Güerita Consentida” confirmando lo que durante años fue un rumor persistente: que un episodio de agresión por parte de su exesposo sí ocurrió.
La respuesta de Carmona ha sido aún más sorprendente. No solo ha negado ser un agresor, sino que ha reformulado completamente el incidente, presentándose a sí mismo como la verdadera víctima. Este choque de narrativas no es solo un pleito de exes; es un reflejo fascinante de cómo la memoria, el tiempo y las cambiantes normas culturales pueden alterar la percepción de un mismo evento.
La bomba de Villarreal: “Sí, pasó”
Durante años, circuló la historia de una carta que Alicia Villarreal habría enviado a la periodista Blanca Martínez ‘la Chicuela’, detallando presuntas agresiones durante su matrimonio con Carmona. Recientemente, en una entrevista, Villarreal fue confrontada directamente con ese pasado y su respuesta fue lapidaria: «¿Sí pasó en su momento? Sí».
Con esa simple afirmación, la cantante validó dos décadas de especulaciones. Si bien matizó su declaración, añadiendo que ambos han madurado y que el Arturo Carmona de hoy es «totalmente otra» persona, la confirmación del hecho original fue inequívoca. Abrió una caja de Pandora que su exesposo se ha visto obligado a confrontar, pero no de la manera que muchos esperaban.
La versión de Carmona: “Yo nunca la golpeé… me defendí”
La defensa de Arturo Carmona es un estudio fascinante de reencuadre narrativo. En lugar de una negación total, que podría sonar poco creíble, o una disculpa, que sería una admisión de culpa, Carmona eligió una tercera vía: la inversión de roles.
En declaraciones a los medios, Carmona fue enfático: «Yo nunca la golpeé, yo nunca nada de lo que se está diciendo. Eso lo puedo hasta jurar». La frase clave, sin embargo, llegó después: «yo solamente lo que hice fue defenderme y detener una agresión hacia mí». Con esta declaración, Carmona no niega que hubo un altercado físico, pero se reposiciona a sí mismo de agresor ha agredido. La narrativa cambia drásticamente: ya no es un hombre violento, sino un hombre que se defendió de una mujer agresiva.
¿Un hombre acorralado? La estrategia de Carmona y el debate del “feminismo mal encausado”
Carmona no se detuvo ahí. Llevó su defensa un paso más allá, insertando el conflicto en el debate cultural contemporáneo sobre género y victimismo. «Ahora nosotros los hombres no tenemos derecho a decir ‘me violentaron'», argumentó, sugiriendo que el movimiento feminista, aunque lo apoya cuando está «bien encausado», se ha «distorsionado» al punto de que los hombres no pueden denunciar acoso o agresiones por parte de mujeres.
Esta es una estrategia de defensa increíblemente sofisticada. Carmona no solo se defiende de una acusación específica, sino que se posiciona como un portavoz de un presunto agravio masculino generalizado. Intenta apelar a un sector del público que puede sentirse incómodo o atacado por el discurso feminista moderno, presentándose como una víctima no solo de su exesposa, sino del clima cultural actual. Es un intento de ganar simpatía al enmarcar su caso personal dentro de una narrativa política más amplia.
Así, 20 años después, la historia de la ruptura de Villarreal y Carmona se ha convertido en un campo de batalla de memorias irreconciliables. Ella dice: «Sí, pasó, pero hemos madurado». Él responde: «Pasó, pero fue al revés, y la cultura actual no me deja decirlo». La verdad de lo que ocurrió esa noche hace dos décadas probablemente permanecerá para siempre en la intimidad de su historia. Lo que es visible hoy es la forma en que ambos eligen recordarla y contarla, un reflejo no solo de su pasado, sino de nuestro presente.


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