viernes, diciembre 19, 2025

El consumo energético de la IA dispara la factura eléctrica en EEUU

El consumo energético se ha convertido en uno de los temas más delicados del avance tecnológico contemporáneo. Durante años, la inteligencia artificial fue presentada como una revolución silenciosa: algoritmos invisibles que optimizan procesos, automatizan tareas y mejoran la vida cotidiana. Sin embargo, detrás de cada modelo de IA hay una infraestructura voraz que hoy empieza a mostrar su verdadero costo.

En Estados Unidos, el crecimiento explosivo de los centros de datos dedicados a la IA está elevando la demanda eléctrica a niveles inéditos, y lo más preocupante es que ese impacto ya se refleja en la factura de la luz que pagan millones de ciudadanos.

Cuando la tecnología se vuelve un problema político

El consumo energético de los centros de datos ha dejado de ser un asunto técnico para convertirse en un problema político. Tres senadores demócratas han anunciado una investigación formal contra gigantes tecnológicos como Google, Amazon, Microsoft, Meta y otras empresas de infraestructura de IA, exigiendo transparencia sobre cuánta electricidad consumen realmente sus instalaciones.

La preocupación no es menor: en varios estados, el aumento del precio de la electricidad ha influido directamente en campañas electorales. En Virginia, el mayor hub de centros de datos del mundo, la discusión sobre quién debe pagar el costo energético de la IA fue un eje central en la contienda por la gubernatura.

Un sistema eléctrico que no estaba preparado

Durante dos décadas, la red eléctrica estadounidense vivió una relativa estabilidad. La demanda crecía lentamente, lo que permitía planificar inversiones de forma gradual. La irrupción de la inteligencia artificial rompió ese equilibrio.

En 2023, los centros de datos ya representaban cerca del 4% del consumo energético total del país. Las proyecciones apuntan a que esa cifra podría llegar al 12% en 2028. Ningún otro sector ha provocado un aumento tan abrupto en tan poco tiempo.

Este salto obliga a las compañías eléctricas a modernizar subestaciones, ampliar líneas de transmisión y construir nueva infraestructura, inversiones multimillonarias que alguien tiene que pagar.

Quién paga realmente la expansión de la red

Las tecnológicas sostienen que asumen los costos de su expansión energética y que incluso mejoran la red para todos. Sin embargo, la realidad es más compleja. Muchos acuerdos entre eléctricas y grandes empresas de IA son opacos y contemplan descuentos masivos en las tarifas eléctricas.

Un caso emblemático es el de Amazon en Ohio, donde solicitó una rebaja tarifaria que, según estimaciones, podría representar hasta 135 millones de dólares anuales durante una década. Ese dinero no desaparece: se redistribuye entre el resto de los usuarios.

Así, el consumo energético de la IA termina socializándose en forma de facturas más altas para hogares y pequeños negocios.

El impacto real en los ciudadanos

Las cifras empiezan a ser alarmantes. Según la Administración de Información Energética de Estados Unidos, el precio promedio de la electricidad subió un 7% interanual. Pero en ciudades cercanas a grandes centros de datos, los aumentos han llegado hasta el 267%.

Para miles de familias, estas subidas son simplemente inasumibles. Lo que antes era una discusión sobre innovación ahora es una cuestión de justicia energética.

Tecnología verde: ¿promesa o contradicción?

Paradójicamente, muchas de estas empresas se presentan como líderes en tecnología verde. Hablan de energías renovables, compensaciones de carbono y sostenibilidad. Sin embargo, el crecimiento descontrolado del consumo energético pone en duda si la digitalización actual es compatible con los objetivos climáticos.

Algunas propuestas rozan la ciencia ficción: centros de datos submarinos, instalaciones en el espacio o sistemas de refrigeración extremos. Todas comparten un problema común: no atacan el fondo del asunto, que es la eficiencia real del modelo tecnológico.

Primeras respuestas regulatorias

Algunos estados ya han comenzado a reaccionar. Michigan, por ejemplo, aprobó normas específicas para centros de datos de gran escala. Las empresas deben firmar contratos de largo plazo, pagar la mayor parte de la potencia contratada aunque no la usen y asumir todos los costos de infraestructura asociados.

Estas medidas buscan evitar que el consumo energético de la IA se traduzca en un impuesto encubierto para la ciudadanía.

Sin embargo, el panorama se complica por decisiones federales que priorizan la carrera tecnológica frente a China, incluso si eso limita la capacidad de los estados para regular el impacto ambiental y energético de la IA.

El dilema del futuro digital

La inteligencia artificial seguirá creciendo. Eso es inevitable. La pregunta es si el modelo actual es sostenible. El consumo energético ya no puede ser tratado como un daño colateral, sino como un factor central del debate tecnológico.

Si la IA quiere ser parte de una transición hacia un futuro más verde, deberá demostrar que puede crecer sin disparar el costo económico y ambiental para todos. De lo contrario, la revolución digital corre el riesgo de convertirse en una crisis energética silenciosa que nadie vio venir, pero que todos terminan pagando.

Owen Michell
Owen Michell
Owen Michell es nuestro editor especializado en noticias digitales, con un profundo conocimiento en identificar tendencias y desarrollar contenido de consulta. Su experiencia en el panorama digital le permite brindar información relevante y atractiva para nuestra audiencia. Su pericia en el ámbito de las noticias digitales contribuye a la autoridad y actualidad de nuestro sitio.
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