Los refrescos y bebidas azucaradas están diseñados para ser atractivos al paladar, pero su alto contenido de azúcar, sodio y calorías representa un riesgo para la salud de los niños. Entre los principales efectos se encuentran la acumulación de grasa abdominal, caries dental, resistencia a la insulina y diabetes temprana.
Además, el consumo excesivo aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, problemas en la vesícula biliar, cáncer de colon o mama y niveles elevados de triglicéridos y colesterol en la adultez.
Una dieta alta en sodio también está asociada con hipertensión, mientras que los problemas derivados del consumo de estas bebidas pueden incrementar el riesgo de discapacidad y muerte prematura.
Edulcorantes, cafeína y precauciones
Los edulcorantes presentes en algunas bebidas no son recomendables para menores, ya que pueden alterar la respuesta hormonal, modificar la sensación de apetito y provocar mayor ingesta y ganancia de peso.
Además, la exposición temprana a sabores extremadamente dulces fomenta la habituación al gusto azucarado.
La cafeína, presente en refrescos, bebidas energéticas y algunas sodas, estimula el sistema nervioso central, afectando el sueño, la concentración, el ritmo cardiaco y la presión arterial. Por estas razones, su consumo no se recomienda en niñas, niños y adolescentes.
Mantener a los menores alejados de refrescos y bebidas azucaradas, promover hábitos saludables y optar por agua, jugos naturales o leche puede contribuir a prevenir enfermedades y favorecer un crecimiento saludable.


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