En un año repleto de secuelas y remakes, Ghost of Yotei ha logrado algo excepcional: emocionar sin recurrir a la fórmula tradicional. Su lanzamiento no solo fue un éxito comercial, sino también un fenómeno narrativo que ha inspirado conversaciones sobre cómo los videojuegos pueden representar la memoria, la pérdida y la resiliencia.
A primera vista, parece una típica historia de venganza. Pero detrás del acero de la katana de Atsu se esconde una revolución emocional y técnica que coloca a Ghost of Yotei por encima de su predecesor y, en muchos aspectos, incluso de The Last of Us Parte II.
Entre el pasado y el presente: la memoria como mecánica jugable
La mecánica más innovadora del juego permite cambiar entre el pasado y el presente de Atsu con solo pulsar un botón. Esta herramienta narrativa transforma cada recuerdo en un acto de introspección.
Cuando Atsu regresa a su hogar en ruinas, puede volver brevemente a su infancia, cuando su madre le enseñaba a tocar el shamisen bajo un árbol ginkgo. La transición no solo es visualmente impactante —con tonos cálidos y fríos que simbolizan la vida y la muerte—, sino que refuerza el peso emocional de la pérdida.
“La música no está atada a este mundo”, le dice su madre.
“Puede hablar con quienes ya no están con nosotros”.
Esta frase, simple pero poética, encapsula la esencia de Ghost of Yotei: un viaje espiritual disfrazado de historia de venganza.
Pintar la memoria: el arte como resistencia
En una de las misiones más recordadas, Atsu debe pintar el ginkgo frente a su casa, un árbol que simboliza la permanencia ante la adversidad. Esta acción, aparentemente sencilla, se convierte en una metáfora poderosa: la pintura como forma de resistencia emocional.
El juego convierte el arte en una mecánica que materializa el amor y la pérdida, ofreciendo un tipo de catarsis que ni siquiera The Last of Us Parte II logra alcanzar. Mientras Ellie se consume en la oscuridad, Atsu busca reconstruir lo que el dolor destruyó.
El viento, el arte y los recuerdos
La estructura de Ghost of Yotei invita a explorar ruinas donde Atsu cuelga sus pinturas o toca melodías que evocan a su madre. Estas acciones pequeñas generan una conexión simbólica entre pasado y presente, transformando los espacios abandonados en lugares de sanación.
Además, los recuerdos de su hermano Jubei sirven como presagios ocultos. Sus objetos perdidos —un pañuelo, unas monedas, una carta sin enviar— anticipan su posible regreso. Cada flashback es una pieza del rompecabezas emocional que da sentido a la travesía.
Ghost of Yotei y el futuro de las narrativas interactivas
Ghost of Yotei no solo refina la jugabilidad de Ghost of Tsushima, sino que eleva la narrativa del medio a niveles cinematográficos y poéticos. Su capacidad para explorar la pérdida sin recurrir al morbo lo convierte en uno de los relatos más humanos del año.
Al igual que los pétalos del ginkgo que vuelan con el viento, la historia de Atsu nos recuerda que la memoria no muere, solo cambia de forma.


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