El síndrome de Peter Pan describe a adultos que rehúyen crecer y asumir responsabilidades propias de la vida adulta. Aunque su apariencia sea madura, sus actitudes reflejan comportamientos infantiles o adolescentes, lo que impacta directamente en relaciones afectivas, laborales y sociales.
Según el psicólogo Dan Kiley, quien introdujo el término en 1983, estos individuos son “hombres por su edad y niños por sus actos”, inspirados en el personaje literario de Peter Pan, que se niega a abandonar la infancia y busca un mundo de fantasía y placer inmediato.
El síndrome de Simón: otra forma de inmadurez
Una variante conocida como síndrome de Simón sintetiza los rasgos del patrón de comportamiento adulto inmaduro. Según Enrique Rojas, el acrónimo SIMON refleja:
- S (Soltería): evita el compromiso afectivo.
- I (Inmadurez): incapacidad para gestionar emociones y decisiones.
- M (Materialismo): prioriza lo material sobre lo emocional.
- O (Obsesión con el éxito): busca reconocimiento constante.
- N (Narcisismo): admiración excesiva por sí mismo, poca empatía.
Este patrón se relaciona con lo que Rojas llama “Panic Commitment Syndrome”, donde el compromiso se percibe como una amenaza a la libertad personal.
Cómo afecta el síndrome a las relaciones
Quienes presentan el síndrome de Peter Pan suelen atraer personas con síndrome de Wendy, caracterizadas por su empatía y capacidad de cuidado. Al inicio, estas relaciones parecen ideales, pero la falta de responsabilidad y la necesidad constante de atención generan conflictos.
Natacha Duke, psicoterapeuta de Cleveland Clinic, explica: “Tienen una fachada alegre, pero esconden soledad, ansiedad e insatisfacción. Evitan compromisos y responsabilidades, lo que desgasta a sus parejas y amigos”.
Entre sus manifestaciones destacan:
- Necesidad constante de atención.
- Baja tolerancia a la frustración.
- Evitan responsabilidades y culpan a otros.
- Miedo a la soledad y baja autoestima.
- Centrados en sí mismos y en problemas propios.
Cómo superar el síndrome de Peter Pan
El primer paso es reconocer la existencia del problema y sus efectos en la vida afectiva y profesional. Según Rojas, “solo quien es libre es capaz de comprometerse”.
Las estrategias incluyen:
- Terapia individual o de pareja: para identificar patrones y modificar comportamientos.
- Reconectar con la vida adulta: asumir responsabilidades y planificar el futuro.
- Autoconocimiento emocional: aprender a gestionar frustraciones, ansiedad y dependencia.
La transformación requiere compromiso y disposición a cambiar hábitos que limitan la madurez emocional y la estabilidad en relaciones afectivas.
El síndrome de Peter Pan es más que un rasgo de inmadurez: es un desafío para quienes lo padecen y para su entorno. Reconocerlo y buscar ayuda profesional permite recuperar la autonomía emocional, mejorar relaciones y construir vínculos afectivos saludables.


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