Infancias en crisis: cómo afecta la sociedad moderna al desarrollo infantil
En un mundo cada vez más incierto, los niños se están convirtiendo en los espejos más frágiles y a la vez más reveladores de una sociedad en crisis. No se trata solo de lo que ven en casa o en la escuela, sino de todo un ecosistema social, político y económico que les está exigiendo demasiado, demasiado pronto. Ansiedad, trastornos del sueño, alteraciones alimenticias, falta de atención y hasta depresión no visible: esta es la realidad emocional de muchos niños contemporáneos, según la especialista Claudia M. Sotelo Arias, directora del Centro de Especialización en Estudios Psicológicos de la Infancia (Ceepi).
Niños hiperconectados, hiperocupados e hiperregalados
Sotelo Arias describe a los niños actuales como “hiperestimulados”, “tecnológicos” e incluso “hiperregalados”. Viven rodeados de estímulos constantes —pantallas, redes sociales, agendas saturadas de actividades extraescolares— que no les permiten pausar, jugar ni desarrollar una relación sana con el aburrimiento, el silencio o la espera. Esta estimulación permanente genera en ellos una respuesta cognitiva acelerada que no necesariamente se traduce en un desarrollo emocional equilibrado. La consecuencia es un desajuste: niños que parecen maduros en lo digital, pero emocionalmente frágiles y vulnerables.
Crisis externas, impacto interno: la infancia atrapada en un mundo adulto
Las crisis sociales como la violencia, la inseguridad y la polarización política también dejan huella. No se trata solo de lo que los niños viven directamente, sino de lo que perciben, de lo que absorben sin comprender del todo. En un entorno donde las emociones adultas están desbordadas, los niños no tienen referentes estables. México, lamentablemente, es el primer país en abuso sexual infantil, lo cual suma otra capa de vulnerabilidad en un escenario ya complejo. En este contexto, los niños están desarrollando lo que Sotelo llama una “depresión invisible”, muchas veces disfrazada de irritabilidad, apatía o conductas disruptivas.
Las soluciones del pasado ya no funcionan
“El golpe, la nalgada o la chancla ya no son recursos viables”, sentencia la especialista. Y no porque sean políticamente incorrectos, sino porque no resuelven la raíz del problema. Hoy, educar requiere de presencia, escucha activa y una conexión emocional real. Sotelo insiste en que los niños necesitan tanto cantidad como calidad de tiempo, y que parte fundamental del amor auténtico es poner límites. Decir “no” con firmeza, pero también con amor, es ofrecer contención. Es decirles a los niños que hay una estructura confiable a la que pueden aferrarse cuando el mundo exterior es caótico.
Crianza consciente: la clave está en la presencia afectiva
Una de las ideas más potentes de la conferencia impartida por Sotelo Arias es que no se trata de ser padres perfectos. La perfección en la crianza es una trampa. Lo esencial, dice, es construir una base segura: hábitos, rutinas, límites, pero también afecto genuino y validación emocional. Los niños deben saber que cuentan con adultos disponibles, no solo en presencia física, sino en atención emocional. Esto implica apagar pantallas, hacer pausas, preguntar cómo están y estar dispuestos a escuchar, aunque las respuestas no siempre sean fáciles.
El reto de formar identidad en tiempos líquidos
Otra característica que distingue a esta generación de niños es la dificultad para construir una identidad estable. Viven en un mundo líquido, donde todo cambia rápidamente: las modas, los discursos, los vínculos. Esto afecta la manera en que se relacionan con ellos mismos. Si no tienen referentes sólidos, si no cuentan con adultos que les reflejen seguridad y dirección, la confusión se vuelve norma. Ahí es donde la función parental cobra relevancia: padres que no teman poner límites, que sostengan las emociones difíciles, que enseñen con el ejemplo y no con la exigencia.
La importancia del acompañamiento profesional
Cuando las herramientas en casa no alcanzan, es fundamental buscar ayuda. La salud mental infantil no puede seguir siendo un tabú o un lujo. Detectar a tiempo la ansiedad, la depresión o los trastornos del comportamiento puede marcar la diferencia entre una niñez resiliente y una adolescencia rota. Sotelo sugiere que acudir a especialistas no es un signo de debilidad, sino de compromiso con el bienestar emocional de los hijos.
Educar en tiempos de incertidumbre: el nuevo paradigma
En la actualidad, criar a un hijo se ha vuelto más complejo, pero también más urgente. La infancia no espera a que el mundo mejore. Mientras los adultos resuelven sus crisis, los niños crecen y se forman en el entorno que se les ofrece. La pregunta no es si podemos protegerlos de todo, porque eso no es posible. La verdadera cuestión es: ¿podemos darles las herramientas emocionales para navegar ese mundo?


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