Experimento histórico: naturaleza vs ciudad
En 2008, 38 estudiantes de la Universidad de Míchigan participaron en un experimento que cambiaría nuestra comprensión sobre la relación entre el entorno y la cognición. La mitad caminó 4,5 kilómetros a través del Arboreto Nichols de Ann Arbor, mientras la otra mitad recorrió las concurridas calles del centro de la ciudad. Una semana después, los grupos intercambiaron rutas.
Antes y después de caminar, los estudiantes realizaron pruebas de memoria y atención que requerían repetir secuencias de números al revés. Los resultados fueron reveladores: caminar en la ciudad mejoró ligeramente su rendimiento, mientras que el paseo en la naturaleza incrementó la puntuación en casi un 20%.
Marc Berman, profesor de Psicología de la Universidad de Chicago, señaló que los beneficios cognitivos no dependían de disfrutar o gustar del paseo: incluso en frío o calor, los efectos positivos fueron consistentes.
Teoría de la restauración de la atención
Berman explica estos resultados a través de la teoría de la restauración de la atención, propuesta por Rachel y Stephen Kaplan en los años 80. Según esta teoría, nuestra capacidad de concentración es limitada y se agota rápidamente. La naturaleza, al ser “suavemente fascinante”, ofrece estímulos que reposan nuestra atención sin sobrecargarla, como observar olas, árboles o campos de flores.
Por el contrario, los entornos urbanos demandan atención intensa y constante, agotando los recursos cognitivos. Además, se ha observado que las líneas curvas, fractales y patrones repetitivos de la naturaleza son más fáciles de procesar para el cerebro que los ángulos rectos de los edificios, lo que contribuye a la restauración mental.
Evidencia neurocientífica reciente
Amy McDonnell, investigadora postdoctoral de la Universidad de Utah, llevó a cabo un experimento similar observando la actividad cerebral mediante EEG. Los participantes que caminaron en la naturaleza mostraron menor actividad cerebral inmediatamente después, seguida de picos más altos al realizar pruebas de atención, lo que indica un descanso y posterior activación más efectiva del cerebro.
Estos hallazgos apoyan la idea de que la exposición a espacios verdes no solo mejora el estado de ánimo, sino que optimiza las funciones cognitivas de manera tangible.
Debates y factores complementarios
Aunque la teoría de la restauración de la atención domina la neurociencia ambiental, no todos los expertos están convencidos. Algunos investigadores sugieren que los beneficios podrían derivar de otros factores asociados:
- Ejercicio físico: caminar activa el sistema cardiovascular y cerebral.
- Aislamiento del estrés urbano: estar lejos del ruido y la presión laboral.
- Calidad del aire y señales olfativas: sustancias químicas de árboles y plantas podrían tener efectos positivos.
- Relajación mental y mindfulness natural: la combinación de elementos físicos y psicológicos contribuye al bienestar.
Ruth Garside, profesora de la Universidad de Exeter, destaca que probablemente la eficacia de la naturaleza provenga de esta combinación de factores, más que de un solo mecanismo.
Experiencias cotidianas que reflejan los hallazgos
Muchas personas han notado estos beneficios sin necesidad de estudios científicos. La sensación de claridad mental tras coronar una montaña, la concentración renovada tras un paseo por el parque o la calma de contemplar un río son ejemplos cotidianos de cómo la naturaleza potencia la cognición y la creatividad.
Implicaciones prácticas para la vida moderna
En un mundo urbano, integrar espacios verdes en la rutina diaria es crucial para la salud mental y cognitiva. Algunas estrategias incluyen:
- Paseos diarios en parques cercanos o arboretos.
- Incorporar ventanas con vista a áreas verdes en casa o trabajo.
- Practicar mindfulness al aire libre, observando patrones naturales.
- Priorizar actividades físicas en entornos naturales para combinar ejercicio y restauración mental.
Más que un escape estético
La naturaleza es más que un simple escape estético: es un restaurador cognitivo y emocional. Caminar entre árboles, ríos o montañas potencia la atención, la creatividad y el bienestar mental, proporcionando un respiro frente al estrés urbano. Promover el contacto con espacios verdes debería ser una prioridad en la educación, urbanismo y vida diaria.


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