Mtro. Rafael Estrada Cano, analista político
La inextricable secuencialidad de “la historia diaria mundial” se ancla en personajes que conectan con las filias y fobias de la audiencia, y un conflicto o problema que siempre debe existir y resolver.
A través de la teoría neurológica del pensamiento narrativo (TNT) observamos que el cerebro procesa las sensaciones cotidianas y las cosas que suceden a nuestro alrededor y compila secuencias de estas sensaciones en acontecimientos. Nuestras observaciones del mundo se basan en una concepción lineal del tiempo: buscamos formas donde el pasado ha dado forma al presente o el presente dará forma al futuro, pero nunca consideramos que “el futuro dé forma al presente”.
Cuando los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor se organizan por tiempo y por causalidad, el resultado es una estructura que suele denominarse formalmente narrativa: una cadena causal de acontecimientos que fluye del pasado al presente.
Organizar el mundo que nos rodea en narraciones tiene un “valor evolutivo”. Si creamos vínculos entre los acontecimientos del pasado y sus manifestaciones en el presente (Trump sufrió un atentado contra su vida en un mitin de campaña presidencial), podemos extrapolar lo que es razonable esperar que ocurra en el futuro (un candidato presidencial que sale ileso de un atentado probablemente gane las elecciones).
En términos evolutivos, esto puede permitirnos comprender y reconocer mejor las amenazas antes de que se produzcan, reduciendo el daño potencial antes incluso de que se materialice. La hipótesis evolutiva no es más que una de las teorías que sugieren por qué las historias pueden estar arraigadas en nuestra forma de ser.
Nassim Taleb sugiere la regla de Andrey Nikolayevich, según la cual en la vida económica real nos enfrentamos a una gran cantidad de información que es costosa de obtener, de almacenar, de manipular y recuperar; por lo tal, reducimos las dimensiones de la vida mediante el uso de historias ya que estas, nos ayudan a hacer que el mundo sea «menos aleatorio de lo que es en realidad», y pueden encajar con nuestro incesante afán por dar sentido a las cosas.
Chater y Loewenstein afirman que nuestra predisposición a las historias se basa en nuestra aversión a la entropía o el desorden. Intentamos organizar nuestras vidas en relatos, para dar sentido a la aleatoriedad que nos rodea, por lo tanto, utilizamos historias en la forma en que pensamos.
“Érase una vez”… son palabras que transportan casi inmediatamente a otro lugar y te sumergen en otra cosa; la inmersión, es una de las razones por las que las historias son dispositivos de comunicación tan eficaces.
Utilizar una narración como medio suele ser más eficaz que otras formas de comunicación porque es más atractiva, exige más concentración, más atención y más implicación.
Un estudio de Kilaru, muestra que las narraciones se procesan de forma diferente a otras formas de información; argumentan de forma convincente que procesamos las historias de la misma forma que procesamos las experiencias de primera mano; las narraciones invitan a ensayar mentalmente las acciones que contienen. En el cerebro, se estimulan la mayoría de las mismas regiones cuando alguien realiza una acción que cuando lee una narración sobre esa acción. El mismo estudio describe un experimento sobre cómo las narraciones afectan al recuerdo de las pautas de medicación -los participantes a los que se les explicaban las pautas mediante una narración recordaban mejor esas pautas que aquellos a los que simplemente se les daba la información-.
Las historias no sólo pueden ayudar a recordar, sino también a “persuadir a los demás”. Adaval y Wyler han demostrado que las historias se procesan de “forma holística”, es decir, se presta atención al «todo» en lugar de a las «piezas» individuales y cuando esto ocurre, es menos probable que se presenten contraargumentos; ósea que cuando alguien te da todos los detalles, es más probable que se te ocurra un contraargumento para uno de esos detalles que cuando se da la misma información como una historia coherente y fragmentaria -para computar los juicios-.
Conclusión Biopolítica

Ejemplos biopolíticos sobre la construcción de experiencias y estilos de vida: Vietnam, Segunda Guerra de Indochina o Guerra de Resistencia contra Estados Unidos 1955-1975; Afganistán- Pakistán, la Guerra contra el Terrorismo y la muerte de Osama bin Laden en 2001-2011; Irak, caída de Sadam Husein en 2003; Primavera Árabe 2010-2012; y Siria, derrocamiento de Bashar al-Asad en 2024.
Controlar la narrativa es moldear activamente cómo se cuenta una historia sobre un determinado hecho; un acontecimiento puede tener múltiples historias y prevalecer la que más conviene a el que la construye, siempre y cuando garantice la máxima conexión emocional; hay dos motivaciones para controlar la narrativa: 1. Defender el poder; 2. Ampliar el poder; y existe un kit de 3 herramientas narrativas: 1. Contrapeso; 2. Estrategia de goteo; y 3. Supresión.
En lugar de contrarrestar los hechos, se prolonga su proceso para establecerlos: Etapas1: Al principio, se desvían, algo muy común en el “efecto Angelina”; Etapa2: Se plantean dudas sobre la credibilidad de la otra parte, para lograr obtener el poder y la utilidad del transporte narrativo; Etapa3: Cuando es absolutamente necesario, admite un poco más, pero redirige la culpa a través de “previsiones realistas”; Etapa4: Poco después, da marcha atrás y siembra confusión auxiliando de un “sesgo de autoselección”. Resultados. Este constante ir y venir desvía la atención del verdadero problema y convierte el incidente en una telenovela. ¿Lo has oído? ¿Quién tiene razón? ¿De qué lado estás? La percepción pública es opaca pues esta acostumbra a lo despreciable e inescrupuloso; rechazar estas opciones hace que se permanezca bajo dominio de aquellos que son menos discapacitados moralmente… los “avances narrativos” filtrados en los denominados “Homo narrans” -seres que se dejan atrapar, fascinar, transportar e influir en términos de historias son… el “dispositivo elegido”.


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