La selva ha sido siempre un espacio literario cargado de contrastes: un lugar que despierta asombro, fascina y, al mismo tiempo, devora. Hace exactamente un siglo, el 25 de noviembre de 1924, José Eustasio Rivera publicaba en Colombia La vorágine, una obra que no solo desentrañó los misterios de la selva, sino que retrató su carácter implacable y transformador.
Esta novela, que sigue vigente en los círculos literarios y académicos, marcó un antes y un después en la narrativa latinoamericana. Rivera no solo describió los paisajes exuberantes, sino que los convirtió en personajes vivos, con la capacidad de moldear y destruir a quienes se adentran en ellos.
Un inicio marcado por la aventura y la frustración
José Eustasio Rivera tuvo su primer acercamiento a la idea de La vorágine en un contexto inesperado. Según investigadores como Fernando Curiel, el autor se inspiró durante un viaje a Sogamoso, motivado por un negocio ganadero frustrado. Este episodio se transformó en la semilla para narrar las aventuras de Arturo Cova, un seductor y fugitivo que, acompañado de su amante, se adentra en la selva buscando libertad, pero encuentra caos.
La selva de La vorágine no es solo un escenario; es un juez y verdugo. Rivera capturó su esencia dual: un refugio y, al mismo tiempo, una trampa mortal que determina el destino de quienes la desafían.
La selva como «infierno verde» en Rafael Bernal
Casi tres décadas después, en 1954, el mexicano Rafael Bernal retomó esta fascinación por la selva en Caribal: El infierno verde. Aunque su obra nació como un folletín publicado semanalmente en La Prensa, capturó la esencia brutal y seductora de la selva chiclera de Quintana Roo.
Bernal, al igual que Rivera, describió un territorio donde la naturaleza no solo es omnipresente, sino también una fuerza que moldea y despoja a los humanos de sus certezas. “Lluvia y lodo. Así es la selva celosa de sus tesoros, la selva asesina y fascinante”, escribió Bernal, creando una atmósfera que sigue resonando en los lectores contemporáneos.
¿Qué nos dice hoy la selva literaria?
La obra de Rivera y Bernal sigue vigente porque va más allá de su tiempo. Más que descripciones paisajísticas, ambas novelas son exploraciones filosóficas y psicológicas sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza. ¿Qué nos dice la selva sobre nuestra naturaleza? ¿Es posible dominarla o siempre será ella quien nos controle?
En el centenario de La vorágine, vale la pena revisitar estas preguntas y reflexionar sobre cómo la literatura continúa siendo un espejo de nuestras luchas internas y externas.
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