El sonido de la guerra no siempre es una explosión. A veces, es el rugido de miles de motores en un atasco monumental. Esta es la historia del éxodo de Teherán, donde familias comunes huyen de la capital iraní por miedo a los bombardeos israelíes.
Lejos de la retórica de los líderes y de los análisis estratégicos de los generales, la guerra tiene un rostro humano, una verdad universal que se manifiesta en el miedo, la incertidumbre y el instinto primario de supervivencia. En Teherán, la capital de Irán, esa verdad se ha materializado en una imagen sobrecogedora: un éxodo masivo. Las principales carreteras que salen de la metrópoli de 10 millones de habitantes están completamente colapsadas, no por el tráfico habitual, sino por miles de familias que intentan huir de la amenaza de los bombardeos israelíes.
Esta es la historia no de soldados, sino de padres, madres e hijos tomando la decisión desesperada de abandonar sus hogares en busca de un lugar seguro, transformando las autopistas en ríos de metal y ansiedad.
Sugerencia: Un video aéreo o una fotografía impactante de las largas filas de coches intentando salir de Teherán, capturando la escala del éxodo.
«Todos deben evacuar»: el mensaje que vació una metrópolis
El pánico no surgió de la nada. Fue alimentado por una campaña de guerra psicológica sin precedentes. El ejército israelí emitió advertencias directas para que los civiles evacuaran ciertas zonas de Teherán, mensajes que se vieron amplificados a nivel mundial cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, publicó en sus redes sociales un llamado a la evacuación «inmediata» de toda la capital.
El efecto fue inmediato y devastador para la vida cotidiana de la ciudad. El centro de Teherán comenzó a vaciarse. Muchas tiendas bajaron sus persianas y el antiguo Gran Bazar, el corazón comercial y social de la ciudad, quedó desierto, una estampa que solo se había visto en el pasado durante las mayores protestas antigubernamentales o en el pico de la pandemia de coronavirus.
Cinco horas por 25 litros: la angustia en las gasolineras
En medio del caos, un drama universal se desarrollaba en cada esquina: la desesperada búsqueda de combustible para escapar. La imagen de la guerra se condensó en las interminables filas en las estaciones de servicio. Reportes desde la capital iraní describen escenas de angustia, con ciudadanos esperando hasta cinco horas para poder comprar una ración limitada de 25 litros de gasolina por coche.
Esta escasez no es solo un problema logístico; es un poderoso símbolo del colapso de la normalidad. El acto cotidiano de llenar el tanque se convierte en una lucha por la supervivencia, una metáfora visual de la fragilidad del orden social cuando el miedo se apodera de una ciudad. La historia de esta guerra se cuenta no solo en los cráteres de las bombas, sino en la ansiedad de una familia atrapada en una fila de autos, con el indicador de combustible en rojo y la incertidumbre como único horizonte.
Del otro lado del miedo: «corriendo a los refugios con los misiles en la cabeza»
A miles de kilómetros, en Israel, el miedo tiene otro sonido, pero la misma esencia. Es el ulular de las sirenas antiaéreas que obliga a millones de personas a interrumpir sus vidas y correr hacia un refugio. La experiencia es visceral, como lo describe un civil israelí: «Nos despertamos a las 3 o 4 de la mañana con misiles balísticos en nuestras cabezas, corriendo a los refugios. Escuchas el ‘boom’ que te mueve todo».
«Da miedo, mucho miedo. Estamos asustados, pero era predecible. Gracias a Dios estamos bien y espero que Dios nos proteja a todos.» – Testimonio de una civil en Israel.
La vida cotidiana se ha suspendido. Las escuelas están cerradas, las reuniones públicas prohibidas y el trabajo, para muchos, interrumpido. Un residente de Tel Aviv relata cómo su café favorito quedó completamente destruido por un misil, un día después de haber estado allí. «Casas destruidas, gente que se va a ciudades que apuntan menos… ves el país con muchas zonas destruidas y son simplemente zonas civiles», lamenta.
Dos pueblos, un mismo terror
Al final, cuando se despoja a la guerra de su geopolítica y su propaganda, lo que queda es una verdad ineludible. La experiencia humana fundamental bajo los bombardeos es la misma en Teherán y Tel Aviv. Es el terror de una madre que busca proteger a sus hijos, la angustia de un padre que no sabe si su hogar seguirá en pie, y el deseo universal y primordial de paz y seguridad. Esa es la verdad del frente humano, una verdad que los líderes de ambos bandos parecen haber olvidado.


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