Militares blindan las huertas de limón en Tierra Caliente
En el corazón de Michoacán, donde el aroma del limón contrasta con el miedo, un centenar de agentes del Ejército Mexicano y la Guardia Nacional desplegó patrullajes en Apatzingán y Buenavista. El objetivo: proteger a los productores y empacadores del cítrico más emblemático de la región, que durante años han sido víctimas de extorsiones por parte del crimen organizado.
Los operativos comenzaron al mediodía, con soldados recorriendo las huertas y los “empaques” en camionetas artilladas y vehículos tácticos blindados, entre ellos el “Black Mamba”, fabricado en México. El despliegue forma parte del Plan Michoacán por la Paz y la Seguridad, una estrategia federal que busca frenar la violencia en una de las zonas más conflictivas del país.
La Guardia Civil se une al operativo
A las tareas militares se sumaron agentes de la Guardia Civil, la policía estatal michoacana. Juntos, recorren los caminos rurales y zonas de producción para disuadir a los grupos criminales que durante años han impuesto cuotas ilegales a productores y empacadores.
La presencia de las fuerzas armadas representa una esperanza para miles de familias que dependen del cultivo del limón. Muchos campesinos han sido obligados a pagar cuotas por hectárea o por caja empacada, bajo amenazas de muerte o secuestro. El mensaje del operativo es claro: el Estado intenta recuperar el control de un territorio que había sido cedido al miedo.
La violencia detrás del negocio del limón
El asesinato de Bernardo Bravo Manríquez, presidente de la Asociación de Citrícolas del Valle de Apatzingán, fue el detonante de este nuevo despliegue. El líder limonero fue secuestrado, torturado y asesinado el pasado 9 de octubre tras ser citado a una reunión con César Alejandro Sepúlveda Arellano, alias “El Botox”, jefe del Cártel de Los Blancos de Troya.
La brutalidad del crimen exhibió una verdad incómoda: en Michoacán, el limón se ha convertido en oro verde. Controlar su producción y distribución equivale a dominar la economía local. Y en esa disputa, los cárteles encontraron una fuente constante de ingresos.
Un campo dividido entre alianzas criminales
En Apatzingán y Buenavista, el mapa del crimen se fragmenta en dos grandes bloques. Por un lado, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), aliado con Los Viagras, Los Blancos de Troya y el Cártel de Acahuato o de La Virgen. En el bando contrario, el Cártel de Tepalcatepec, Los Caballeros Templarios y el Cártel de Los Reyes. Ambos conglomerados se disputan el control de las extorsiones a productores y comerciantes.
De acuerdo con la Asociación de Citrícolas, en Apatzingán existen 22 mil 411 hectáreas dedicadas al limón y 24 empacadoras activas. En Buenavista, otras 17 mil 955 hectáreas y 32 empaques. Cada uno representa una oportunidad para los cárteles de imponer su ley mediante el miedo.
Un operativo que busca devolver la confianza
El Plan Michoacán por la Paz intenta algo más que proteger las huertas. Busca reconstruir la confianza en las instituciones, en los productores y en la idea de que la economía agrícola puede sobrevivir sin la sombra del crimen. Los patrullajes, además de prevenir delitos, pretenden garantizar la seguridad en las rutas comerciales y carreteras donde suelen operar los grupos armados.
La población, sin embargo, permanece cautelosa. Muchos habitantes recuerdan anteriores operativos que duraron poco o que terminaron con los criminales retomando el control. “Queremos que esta vez sea diferente”, dijo un productor local. “El campo no aguanta más miedo”.
El limón: símbolo de resistencia en Michoacán
Más allá de su valor económico, el limón se ha convertido en un símbolo de resistencia para los michoacanos. Su cultivo sostiene a miles de familias y representa una tradición que ha sobrevivido a las guerras entre cárteles, a las crisis económicas y a la ausencia de autoridades durante años.
El sonido de los helicópteros militares y el paso de los vehículos blindados entre los árboles de limón son ahora parte del paisaje. Pero para muchos campesinos, esa presencia es una señal de esperanza: una promesa de que algún día podrán trabajar sin temor a ser secuestrados o extorsionados.
Un futuro incierto, pero con esperanza
Aunque los operativos son recientes, los productores confían en que las medidas se mantengan a largo plazo. Saben que el camino hacia la paz en Michoacán será largo, pero creen que la intervención del Ejército puede marcar un punto de inflexión.
“Queremos volver a vender limón sin miedo, volver a vivir tranquilos”, dijo un empacador en Buenavista mientras observaba las patrullas pasar. Sus palabras resumen el deseo de toda una región: que el oro verde vuelva a ser símbolo de vida, no de violencia.


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