El último rosario de un pueblo herido
Uruapan se detuvo este martes. En el corazón de la plaza principal, donde hace apenas unos días fue asesinado el alcalde independiente Carlos Manzo Rodríguez, cientos de personas se reunieron para orar, llorar y exigir justicia. El último rosario del novenario se convirtió en una muestra de duelo colectivo, un acto de resistencia ante el miedo.
La plaza fue custodiada por elementos de seguridad mientras los asistentes sostenían velas encendidas. El aire estaba cargado de tristeza y silencio, apenas interrumpido por las voces que rezaban en memoria de un hombre que, para muchos, representaba la esperanza de un cambio político en Uruapan.
La presencia de Grecia Itzel, símbolo de fortaleza
Entre los presentes, la figura de Grecia Itzel Quiroz García —viuda del alcalde y actual alcaldesa sustituta— concentró la atención. Vestida de negro y con el rostro firme, encabezó las plegarias junto a familiares y colaboradores cercanos. Su presencia fue interpretada como un gesto de fuerza y continuidad en medio del dolor.
A unos metros de allí, en el templo de San Francisco de Asís, se celebró una misa por el eterno descanso de Manzo Rodríguez. Las campanas repicaron con fuerza, acompañando el llanto de quienes aún no logran asimilar la brutalidad del crimen ocurrido el 1 de noviembre.
Globos blancos y una promesa de justicia
Tras el rezo, los asistentes elevaron globos blancos al cielo, símbolo de paz y despedida. Entre ellos, un globo de cantoya con el rostro del alcalde ascendió lentamente, iluminando la noche uruapense. Fue el momento más emotivo: el pueblo, unido, parecía susurrar una promesa colectiva de no olvidar.
Las imágenes del acto se difundieron rápidamente en redes sociales, acompañadas de mensajes de indignación y reclamos a las autoridades para que el asesinato no quede impune. “No era un político más, era un hombre del pueblo”, escribieron varios ciudadanos.
Un crimen con sello del crimen organizado
De acuerdo con la Fiscalía General del Estado, el asesinato de Carlos Manzo está vinculado con las pugnas entre el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Los Caballeros Templarios, grupos que han disputado el control de Uruapan y sus alrededores durante años.
El fiscal de Michoacán, Carlos Torres Piña, confirmó que el homicidio fue perpetrado por un menor de 17 años identificado como Víctor Manuel Ubaldo Vidales, quien fue abatido por los escoltas del alcalde tras el ataque. No obstante, las investigaciones apuntan a que actuó acompañado por al menos dos cómplices más y bajo órdenes de un autor intelectual aún no identificado.
La violencia política que no cesa en Michoacán
El asesinato de Carlos Manzo no es un hecho aislado. Michoacán ha sido escenario de múltiples agresiones contra autoridades locales, especialmente en municipios donde los cárteles mantienen fuerte influencia. Las organizaciones criminales buscan controlar no solo el tráfico de drogas, sino también la vida política y económica de la región.
La muerte del alcalde refleja un patrón preocupante: la intimidación y eliminación de líderes comunitarios que se niegan a colaborar con los grupos delictivos. Su caso ha despertado el temor de que nuevos atentados puedan repetirse en el contexto de las próximas elecciones locales.
La fe como refugio ante la violencia
A pesar del miedo, la comunidad uruapense decidió salir a las calles y rezar. Los habitantes de la ciudad reconocen que la fe se ha convertido en su principal refugio ante la violencia que parece no tener fin. “Nos quitaron a un alcalde, pero no nos quitarán la esperanza”, dijo entre lágrimas una mujer que participó en el rosario.
La figura de Carlos Manzo quedó grabada en la memoria colectiva como la de un político cercano, que caminaba entre la gente y defendía la autonomía municipal frente a las presiones externas. Su legado, aseguran sus seguidores, vivirá más allá del miedo.
Una herida que Uruapan no puede olvidar
El eco de las oraciones aún resuena en la plaza donde fue derramado su sangre. Uruapan, una ciudad que lucha por no rendirse ante el crimen, despidió a su alcalde con dignidad y valor. El caso, más que un hecho policial, se ha convertido en símbolo del México que exige paz, justicia y líderes que no se doblen ante el terror.
Carlos Manzo Rodríguez fue más que una víctima: fue un reflejo de la esperanza de miles de ciudadanos que creen que un país mejor es posible, incluso en medio de la oscuridad.


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