domingo, diciembre 21, 2025

Sheinbaum y AMLO: ¿Romperá la presidenta con la sombra de su predecesor?

En la historia política de México, el ritual de distanciamiento entre un nuevo presidente y su antecesor ha sido una constante. Desde el siglo pasado, cada mandatario buscó, con mayor o menor esfuerzo, romper los lazos visibles con su predecesor y afianzar su propio estilo de gobierno. Claudia Sheinbaum, en su papel de presidenta de México y como continuación de la llamada “Cuarta Transformación” (4T), parece estar enfrentando este mismo dilema, aunque con una particularidad: la sombra de Andrés Manuel López Obrador aún pesa considerablemente sobre su liderazgo.

La historia reciente de la política mexicana nos da ejemplos claros de cómo los presidentes han manejado este desafío. Desde la era de José López Portillo, la estrategia de tomar medidas visibles para marcar un nuevo rumbo fue la clave para establecer independencia y legitimidad. Sin embargo, Sheinbaum parece estar tomando una ruta distinta, que, si bien refuerza el legado de AMLO, pone en duda la autonomía de su presidencia.

El exilio diplomático de Echeverría y los movimientos de poder de López Portillo

En 1977, José López Portillo tomó una decisión audaz: a tan solo cinco meses de asumir el poder, envió a su predecesor, Luis Echeverría, como embajador en la UNESCO y luego en Australia. Este exilio diplomático mantuvo a Echeverría lejos de la política nacional, minimizando su influencia y asegurando a López Portillo la libertad para establecer su gobierno sin interferencias. Además, encarceló a colaboradores cercanos de Echeverría, demostrando que su mandato estaría libre de influencias externas.

El mensaje de distanciamiento fue claro: López Portillo buscaba consolidar su liderazgo y frenar cualquier intento de Echeverría por mantener el control. Este patrón se repitió en cada administración posterior, reflejando una estrategia de gobernabilidad que evitaba la sombra del pasado y enviaba una señal de cambio.

El “Quinazo” de Salinas y el encarcelamiento de Raúl Salinas por Zedillo

Uno de los ejemplos más recordados fue el del “Quinazo” ejecutado por Carlos Salinas de Gortari. A solo 41 días de tomar el poder en 1988, ordenó la detención de Joaquín Hernández Galicia, líder del sindicato petrolero y aliado de su predecesor, Miguel de la Madrid. Este movimiento fue una clara declaración de que Salinas estaba dispuesto a reconfigurar las alianzas y tomar las riendas de su gobierno sin las ataduras del pasado.

En 1994, Ernesto Zedillo siguió una línea similar al ordenar el arresto de Raúl Salinas, hermano del expresidente. Con esta acción, Zedillo envió un mensaje de autoridad, afirmando que su gobierno no toleraría la influencia de Salinas en sus decisiones. Estas acciones, por drásticas que parecieran, permitieron a ambos presidentes gobernar con independencia y establecieron una clara separación de sus mandatos respecto a sus predecesores.

Sheinbaum y AMLO: un reto distinto en la era de la Cuarta Transformación

Al asumir la presidencia, Claudia Sheinbaum hereda no solo el legado de la 4T, sino también la influencia directa de AMLO, quien mantiene una presencia constante en la política desde su retiro en Palenque. La situación es particularmente delicada, ya que las reformas que Andrés Manuel López Obrador impulsó aún continúan avanzando rápidamente en el Congreso, controlado por Morena. Sin embargo, a diferencia de sus predecesores, Sheinbaum parece estar aceptando el rol de administradora del legado de AMLO en lugar de tomar decisiones que la diferencien de él.

Un ejemplo es la reciente reforma judicial, una promesa que Sheinbaum había anunciado con un enfoque de Parlamento Abierto para escuchar a la ciudadanía y evaluar los impactos de la medida. Sin embargo, el Congreso, dominado por Morena, aprobó la reforma de manera expedita, sin el proceso deliberativo que se había prometido. Este “regalo” a AMLO ha dejado a Sheinbaum en una posición en la que su autoridad parece diluirse, mientras que la voz de su mentor sigue marcando la pauta en el Legislativo.

El Congreso: una arena controlada por Palenque

Además de la reforma judicial, la reelección de Rosario Piedra al frente de la CNDH (Comisión Nacional de Derechos Humanos) muestra que la influencia de López Obrador sigue proyectándose en decisiones importantes. Piedra, quien ha sido criticada por su alineación con los intereses de la 4T, fue confirmada en su puesto en una votación donde la influencia de AMLO fue evidente. Con cada una de estas decisiones, Sheinbaum enfrenta una presión cada vez mayor por demostrar que su presidencia no es una extensión del mandato anterior.

Para muchos observadores, este contexto representa un desafío de gobernabilidad. Si Sheinbaum no establece un camino propio, corre el riesgo de perder legitimidad y de erosionar la confianza en las instituciones que sustenta su gobierno. La historia nos ha mostrado que los presidentes que no se distancian de sus predecesores enfrentan grandes dificultades para ejercer su liderazgo. La pregunta sigue en el aire: ¿seguirá Sheinbaum el camino de la independencia o se mantendrá en la órbita de AMLO?

La necesidad de una estrategia de distanciamiento

La situación actual exige que Sheinbaum tome decisiones que demuestren su autoridad y voluntad de liderazgo. Si bien romper con la influencia de AMLO podría resultar en un costo político alto, la historia ha demostrado que el distanciamiento es una medida efectiva para gobernar sin ataduras. Desde el exilio diplomático hasta las acciones judiciales, cada presidente mexicano ha encontrado una forma de consolidar su poder. Para Sheinbaum, la oportunidad de crear un estilo de liderazgo propio depende de su capacidad para tomar decisiones que demuestren una visión clara e independiente.

Una presidenta entre el legado y la autonomía

En solo unos meses de mandato, Claudia Sheinbaum enfrenta un reto histórico: decidir si será la continuadora del proyecto de AMLO o la arquitecta de su propio legado. Este dilema no solo marcará su presidencia, sino que podría definir el rumbo de la 4T y su aceptación a largo plazo entre los ciudadanos. El camino de independencia está ahí, como lo han demostrado sus antecesores; solo queda ver si Sheinbaum se atreverá a seguirlo.

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