La política y el arte de fingir una buena intención
La política es ese teatro en el que jugamos a ser amigos, a tejer un consenso para una convivencia civilizada. Pero, ¿qué sucede cuando este acto de buena voluntad enfrenta las realidades de poder, justicia y diferencias culturales? Aristóteles ya advertía que la ley, aunque esencial, no garantiza que los ciudadanos sean buenos o justos. Hoy, la corrección política se ha erigido como un intento por lograr esa bondad colectiva, pero ¿es realmente efectiva o nos sumerge en un pantano ético?
Corrección política: Entre la ética y la censura
La corrección política busca limitar expresiones que perpetúan prejuicios o dañan a los más vulnerables. En esencia, es un intento de construir un lenguaje que no hiera susceptibilidades y que fomente la inclusión. Sin embargo, también enfrenta críticas:
- ¿Quién dicta las normas? Las corporaciones, comunidades o gobiernos a veces asumen este rol, pero no siempre hay consenso sobre qué constituye un lenguaje aceptable.
- El precio de la censura: Algunos temen que, en el proceso, se limite la libertad de expresión, sofocando ideas divergentes y el debate necesario para el progreso.
- El mártir de las buenas intenciones: Los defensores de la corrección política cargan con el peso de luchar por su visión del bien común, siendo aplaudidos por unos y rechazados por otros.
Un mundo de comunidades globales y locales
La política ya no se limita a las fronteras de los Estados-nación. Ahora, vivimos en comunidades híbridas donde las corporaciones y las tecnologías dictan reglas tanto como las tradiciones locales.
- La disgregación de la política clásica: Las instituciones como repúblicas o partidos se diluyen frente a nuevas formas de organización y control.
- El juego global del lenguaje: La corrección política se convierte en un campo de batalla en la era de la comunicación digital, donde cada palabra tiene un alcance masivo y consecuencias impredecibles.
La búsqueda del bien común en un mundo diverso
Aristóteles reconocía que la justicia no tiene una sola forma, sino que varía según las comunidades. En ese sentido, la corrección política puede interpretarse como un esfuerzo por alcanzar un bien colectivo. Pero, ¿qué sucede cuando este bien común entra en conflicto con la diversidad de perspectivas y valores?
- El dilema del bien absoluto: Más que una verdad universal, el bien parece una emoción que conecta a las personas por momentos, ofreciendo un respiro en medio de la complejidad de la vida.
- Un pantano necesario: Aunque imperfecta, la corrección política ofrece una brújula ética en tiempos de incertidumbre. Su éxito o fracaso depende de la capacidad de equilibrar las buenas intenciones con la realidad social.
¿Un puente o un muro?
La corrección política no es la solución definitiva a los males del mundo, pero tampoco es un enemigo al que debamos temer. Es un reflejo de nuestra lucha por convivir en armonía, un recordatorio de que el lenguaje y las acciones tienen peso.
Mientras no se convierta en un instrumento de opresión o silencio, su propósito de proteger a los más vulnerables y fomentar un diálogo respetuoso merece reconocimiento. Al final, la política, en cualquiera de sus formas, sigue siendo el arte de imaginar un mundo mejor, incluso si ese mundo nunca llega a materializarse.
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