Durante siglos, la elección del Papa en el Vaticano se ha envuelto en un halo de misterio. Las puertas se cerraban, los cardenales juraban silencio y solo el “habemus papam” rompía el hermetismo. Pero hoy, el enemigo ya no se oculta entre columnas. Es invisible, viaja en ondas y puede interceptar una oración a miles de kilómetros de distancia.
Por eso, la Santa Sede ha transformado la Capilla Sixtina en una verdadera fortaleza digital. La elección del próximo pontífice estará protegida por una sofisticada red de ciberseguridad, diseñada para bloquear drones, láseres espía y hasta micrófonos ocultos.
El nuevo cónclave: cero señales, cero fisuras
Inspirados por operaciones de inteligencia, los preparativos para el Cónclave 2025 han cruzado un umbral inédito:
- Bloqueadores de señal (jammer): anulan WiFi, Bluetooth y redes móviles.
- Películas anti-drones: protegen las ventanas de intrusiones ópticas.
- Barridos electrónicos: detectan micrófonos ocultos y cámaras espía.
- Retiro obligatorio de dispositivos: ningún cardenal podrá ingresar con celulares, tablets ni relojes inteligentes.
- Red informática aislada: sin conexión a Internet, con servidores resguardados en la Biblioteca Apostólica.
- Comunicaciones cifradas: mediante una red de radio militar exclusiva de la Gendarmería Vaticana.
Todo esto para garantizar que el secreto sagrado del Cónclave se mantenga inviolable.
La Santa Sede no está sola: alianzas internacionales
La defensa del cónclave no solo depende del Vaticano. Por primera vez, la Santa Sede recurrió a alianzas con agencias de ciberseguridad y firmas privadas extranjeras:
- Cip (Reino Unido): expertos en cifrado militar.
- Radure (Israel): especialistas en vigilancia segura.
- Agencia Nacional de Ciberseguridad de Italia (ACN): protege comunicaciones y detecta amenazas en tiempo real.
Esta coalición busca prevenir filtraciones, sabotajes y espionaje de potencias extranjeras.
Ciberataques reales: el Vaticano como blanco geopolítico
No se trata de paranoia. En 2022 y 2024, el portal Vatican.va fue hackeado en represalia por pronunciamientos del Papa Francisco. Los ataques provocaron cortes de acceso y manipulación de contenido, con firmas digitales que apuntaban hacia Rusia, aunque sin pruebas concluyentes.Además, un informe interno reveló que el 90% de las plataformas del Vaticano carecían de HTTPS, dejándolas vulnerables a espionaje y robo de información. Estas alarmas encendieron la urgencia de blindar no solo la fe, sino también el código que la protege.
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