Detrás de esa señal que anuncia al mundo un nuevo Papa, hay días –a veces horas intensas– de maniobras silenciosas, oraciones profundas y estrategias políticas. En este 2025, con el reciente funeral del Papa Francisco aún fresco en la memoria colectiva, 135 cardenales se preparan para encarar el proceso más reservado y determinante de la Iglesia Católica: el cónclave.
Desde el 7 de mayo, la Capilla Sixtina no solo será un recinto sagrado, sino el escenario donde se decidirá el futuro espiritual de más de 1.400 millones de fieles.
¿Por qué la quinta votación es tan decisiva?
No es un número al azar. En la tradición reciente, la quinta ronda de votación ha sido el momento en que las tensiones alcanzan su punto máximo. Hasta entonces, los cardenales han tanteado lealtades, evaluado alianzas y medido la consistencia real del apoyo hacia los candidatos.
La historia reciente lo confirma. En el cónclave de 2013, Jorge Mario Bergoglio emergió como favorito durante estas votaciones intermedias. Fue entonces cuando ocurrió lo que el historiador Alberto Melloni denomina “rendición táctica”: un fenómeno en el que cardenales dudosos, por prudencia o estrategia, terminan votando a favor del candidato con más probabilidades de alcanzar los dos tercios necesarios (90 votos en este caso).
La quinta votación no solo mide apoyos. También muestra debilidades: quienes no logran consolidar una base sólida son descartados tácitamente. Es la hora de la verdad, y muchos nombres “fuertes” se apagan justo antes de que el humo blanco aparezca.
Estrategia y espiritualidad: el arte de votar con fe y cálculo
Aunque parezca contradictorio, la elección papal combina fe y táctica. En el primer escrutinio, los cardenales votan siguiendo convicciones personales. En el tercero, ya comienzan a evaluar posibilidades reales. Y en el quinto, las decisiones no siempre son por afinidad ideológica, sino por gobernabilidad, unidad institucional y, a veces, por evitar escándalos prolongados.
Este paso suele marcar la transición del discernimiento individual a una voluntad colectiva. La rendición táctica aparece como un mecanismo para preservar la imagen de una Iglesia unida y fuerte frente al mundo.
Un ritual de siglos perfeccionado para evitar injerencias
El cónclave no siempre fue tan ordenado. Durante siglos, monarcas, emperadores y poderes externos intentaron influir en la elección papal. Fue en el siglo XIII cuando se impuso el encierro estricto bajo llave: cum clave, de donde nace el nombre “cónclave”.
Hoy, la tecnología está prohibida. Los cardenales se hospedan en Santa Marta, votan en la Capilla Sixtina, y están completamente aislados del mundo exterior. Nada puede interferir en la elección del nuevo Pontífice.
Un momento que trasciende la Iglesia
El mundo observa con atención. La imagen de unidad mostrada en el funeral de Francisco contrasta con las tensiones internas que se viven en cada votación. Este nuevo cónclave no solo elegirá a un guía espiritual, sino a un líder global, en una época de cambios y desafíos para la Iglesia Católica.
El humo blanco no solo marca el final del cónclave, sino el inicio de una nueva era. Y en la quinta votación, puede sellarse el destino de esa era.
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