El jueves, Siria fue testigo de una escalada en las tensiones sectarias en su costa mediterránea. Las nuevas autoridades, que asumieron el poder tras el derrocamiento del régimen de Bashar al Asad, lanzaron una ofensiva de seguridad en la provincia de Tartous, donde 14 oficiales de policía fueron asesinados el día anterior.
Este ataque ha sido descrito como un desafío mortal a la nueva administración, que enfrenta el reto de restablecer la seguridad en una región crucial tanto en lo geopolítico como en lo sectario. Mientras tanto, las tensiones aumentan y los grupos de oposición se preparan para lo que podría ser una nueva fase en el conflicto sirio.
Las raíces del conflicto en Tartous y su contexto sectario
Tartous, una región costera de vital importancia para Siria, alberga una gran cantidad de miembros de la secta alauita, la misma que dominaba el régimen de Bashar al Asad. La alauita es una rama del islam chií que ha sido históricamente protegida por el gobierno sirio, pero la caída de Asad y el ascenso de nuevas autoridades islamistas suníes han intensificado las tensiones en la región.
El ataque contra los policías sirios es una manifestación de la creciente inestabilidad en la región costera, donde el nuevo gobierno intenta consolidar su poder. Para muchos, este evento no solo simboliza un enfrentamiento sectario, sino que refleja la lucha por el control de una Siria post-Asad. Las nuevas autoridades están decididas a erradicar lo que consideran “remanentes” del régimen anterior y sus milicias.
La ofensiva en Tartous: una respuesta a las amenazas internas
La respuesta del gobierno fue inmediata. A través de la agencia estatal SANA, las autoridades sirias anunciaron el lanzamiento de una operación de seguridad para «controlar la paz civil» y perseguir a los “remanentes de las milicias de Asad”. Esta operación, que se lleva a cabo en las zonas rurales de Tartous, busca restaurar el orden en una región marcada por décadas de opresión y conflicto. La presencia de estos “remanentes”, quienes siguen luchando por la influencia de la alauita y la protección de sus intereses, es vista como una amenaza a la estabilidad del nuevo gobierno.
Con el apoyo de las fuerzas de seguridad y la policía, la administración también ha comenzado a aplicar medidas de control más estrictas, incluyendo la restricción de contenidos mediáticos que puedan incitar a la violencia sectaria. Esta medida ha generado controversia, ya que algunos argumentan que la censura de ciertos contenidos solo aumentará las tensiones.
La intervención de actores externos y la lucha por el poder
El conflicto en Siria ha atraído a actores internacionales, como Irán, que históricamente ha sido un aliado clave del régimen de Asad. El líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, intervino recientemente instando a los jóvenes sirios a enfrentarse con determinación a quienes, según él, están orquestando la inseguridad. Sin embargo, esta intervención no ha sido bien recibida por las autoridades del nuevo gobierno sirio, que advierten sobre la propagación del caos y piden respeto por la soberanía del país.
Irán, junto con el grupo Hezbolá, ha desempeñado un papel fundamental en el apoyo al régimen de Asad durante la guerra civil, pero con el cambio de poder, la influencia de Teherán en Siria parece estar siendo cuestionada. Este giro político podría llevar a Siria a una nueva fase de aislamiento y autarquía, aunque los desafíos internos siguen siendo monumentales.
Protestas y resistencia: el pueblo sirio y las expectativas de cambio
En medio de las operaciones de seguridad, las protestas no se hicieron esperar. En varias ciudades como Homs, los manifestantes han salido a las calles exigiendo cambios en el sistema y resistiendo las políticas represivas del nuevo régimen. La violencia en las calles refleja el creciente descontento, y las tensiones sectarias entre alauitas, chiíes y suníes continúan alimentando el fuego de la resistencia.
La situación es aún más complicada por el toque de queda impuesto en Homs, donde los disturbios fueron sofocados por las fuerzas del orden. Aunque las autoridades intentan dar una imagen de control, el panorama político en Siria sigue siendo volátil. Mientras tanto, la cuestión de las minorías religiosas y su lugar en una Siria post-Asad sigue siendo un tema delicado, que podría determinar el futuro de la nación.
¿Qué depara el futuro para Siria?
El futuro de Siria sigue siendo incierto. A medida que las autoridades sirias intentan consolidar su poder, la región costera, un bastión de influencia alauita, continúa siendo un terreno de lucha. La reciente violencia solo ha puesto de manifiesto lo frágil que es el control del nuevo gobierno, que necesita equilibrar las demandas de las distintas comunidades mientras enfrenta las presiones internas y externas.
A pesar de las promesas de estabilidad, los sirios continúan siendo testigos de un conflicto que parece no tener fin. Las tensiones sectarias, las políticas represivas y la intervención extranjera han marcado el rumbo de la guerra, y el pueblo sirio sigue esperando respuestas a un futuro mejor.
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